jueves, 27 de septiembre de 2012

Los zapatos: protagonistas inevitables en el look de los hombres









Los zapatos son un complemento esencial en el aspecto de los hombres, ya que son considerados como un elemento altísimamente revelador de la personalidad de su dueño.

¿La clave para ir a la fija -y aún más si estás de saco y corbata? evita los zapatos muy grandes; esos anchos, de suela muy gruesa, porque resultan estridentes a la vista y anulan por completo la inversión que hiciste en el resto de la ropa.

¿Mis recomendados de la temporada para reiterar el carácter del atuendo? los Oxford, sin duda.


Imagen: MenStyle

¿A qué altura son más favorecedores los jeans en las mujeres?








Diana Spencer es una de las mujeres más fotografiadas en la historia y, sin lugar a dudas, un ícono del estilo y del buen vestir

Sin embargo en esta ocasión su imagen nos va a servir para explicar a qué altura los jeans no resultan tan favorecedores para las mujeres...

En comparación con los pantalones que lleva Kate Middleton (der), los de Lady D (izq) corresponden al concepto de "Mom Jeans" ("jeans de mamá") y son un verdadero peligro en caso de no tener una figura tan esbelta como la de Diana: al tener la pretina tan arriba, enfatizan demasiado el ancho de las caderas y hacen ver la cola más grande, ¡como si comenzara en la cintura! Eso sin contar que no perdonan ninguna prominencia en el abdomen bajo. Son demasiado exigentes.

De otra parte, los jeans con corte demasiado bajo entrañan un peligro aún mayor: si no son de una talla suficientemente grande como para hacer caber con holgura las caderas, hacen presión sobre esa parte logrando que tu cintura se vea menos afinada o que hasta se pierda.

Busca con calma, trata diferentes marcas (todas tienen hormas distintas), no pienses en la talla(si te molesta mucho haber descubierto que ganaste una más, recorta la etiqueta cuando llegues a la casa y listo: nadie te lo va a estar recordando; en últimas es sólo un número) y asegúrate de que los pantalones que escojas no te aprieten por debajo de la altura de la cintura.

¡Ah! y que los bolsillos de atrás no sean demasiado grandes ¡ni estén tan abajo que te aplanen los atributos...!

lunes, 24 de septiembre de 2012

Cartas de los lectores: “¿Cuándo decir ‘no más’?”






Leyendo tus artículos pensé en las personas que además de su ropa, suelen habituarse a soportar situaciones en las que no se sienten cómodas: sus matrimonios y sus trabajos, por mencionar algunas, entonces, ¿Cuándo decir NO MÁS? Cuándo son ganas de quejarse de un desagradecido inconforme, y cuándo realmente estamos amargándonos por no tener el valor de parar y buscar un cambio definitivo... ¿Qué tanto esperar? Cómo saber si son ganas de joder, o miedo de cambiar. Personalmente, creo que la "comodidad" es una especie de principio rector que puede ser un bonito fin en la vida… pero esa es sólo mi opinión. Te agradecería mucho si consideraras escribir al respecto”.
David, Bogotá.



Querido David,

Por como está concebida la dinámica de la vida, hay que saber que por regla general tenemos que pagar un precio por las cosas (por tener una compañía; por percibir ciertos ingresos; por vernos de una forma o de otra, etc.). El primer mecanismo para detectar cuándo es imperativo decir “no más” y comenzar a cambiar, es preguntarnos: “¿cuál es el precio que pago por esto?”, porque si bien es cierto que tenemos que pagar un precio, también lo es que no tenemos porqué pagar cualquier precio. Por nada.

Primero tienes que establecer cuáles son tus prioridades. Segundo, pasa a determinar si realmente las estás satisfaciendo o no. En caso positivo, analiza de qué forma complaces ese aspecto que te interesa. En cuarto lugar, piensa: “¿el precio que pago es razonable y proporcional al beneficio que recibo?”. En quinto lugar (y aquí comienza el desafío) pregúntate si estás llegando al punto de traicionarte por tener esa cosa que te interesa. La transgresión sistemática; el desconocimiento de tus convicciones fundamentales viene siendo el límite que no hay que pasar.

¿Cómo saber si el medio que estás empleando es proporcional al fin que persigues? Los abogados nos formulamos tres preguntas esenciales en casos así, que aplican también en esta oportunidad:

1.    ¿El medio que escogí para satisfacer X prioridad es el adecuado para llegar a ese fin?
2.    ¿Es indispensable acudir a este medio para complacer este aspecto de mi vida? (o dicho en otras palabras: ¿no hay otro medio que me pueda llevar al mismo sitio sin exigir tanto sacrificio de mi parte?)
3.    ¿El anhelo que satisfago de esta manera me implica renunciar a otros aspectos de mi vida igualmente importantes?

Como las respuestas no son predecibles en ningún caso, cada uno debe ir sacando sus propias conclusiones de acuerdo con lo que esté dispuesto a hacer por obtener ese “algo”. En el fondo todos sabemos cuándo necesitamos cambiar. Este test constituiría tan sólo una razón adicional, porque la intuición siempre suele quedar en evidencia cuando las respuestas son sinceras.

Ahora, bien, el caso del “desagradecido inconforme” que mencionas -tan ingeniosamente- en tu carta es bastante común (hace tres días, precisamente, atendí un asunto de esa naturaleza). Para evitar ser uno de ellos hay que entender, como primera medida, que nada que sea externo a ti mismo te puede parecer perfecto a largo plazo. Nada. Imposible. Si está por fuera de ti, estará determinado por la voluntad de alguien más, con su autonomía, sus creencias, su formación, sus reglas, etc.

Los “desagradecidos inconformes” tienen en común la imposibilidad de disfrutar las cosas cuando les están pasando. Estos personajes siempre tienen la cabeza en otra parte y siempre están idealizando aquello que no tienen. Si están comiendo esto, quisieran estar probando aquello y hasta le ponen bondades extra a eso que no tienen ahora mismo. Si su novia es morena, suspiran por cada rubia que pasa...

Esa, me temo, es una forma de ser que sólo se corrige por una de dos vías: o la vida se encarga de arrebatarte desgarradoramente las cosas para que aprendas a valorar lo que tienes cuando lo tienes (incluso lo malo, si eres capaz de aprender en medio de la adversidad), o te cansas de sentirte miserable todo el tiempo y tomas la determinación de ser de otra manera.

“¿Qué tanto esperar para cambiar?” No hay un parámetro objetivo. Lo primero es tomar consciencia de lo inútil que es pagar un precio desproporcionado por cualquier cosa. Cuando hayas hecho eso –y nunca antes-, sabrás que ha llegado tu momento. A propósito, es importante esperar: si arrebatas los cambios te pueden quedar lecciones sin aprender y por el camino te puede faltar la fuerza (la motivación genuina) para llevar a cabo tu plan. Mejor dicho: si haces las cosas antes de tiempo, es posible que te pase que “te metas y no aguantes”.

¿“Cómo saber si son ganas de ‘molestar’, o miedo de cambiar”? Son ganas de molestar cuando el ideal que tienes en la cabeza no es realizable o no es congruente con el resto de las dimensiones de tu vida. Son ganas de molestar cuando empiezas a querer cosas que no dependen de ti o cuando en realidad no estás seguro de si estarías satisfecho en caso de llegar a cambiar. Si no es así, es miedo y sólo miedo.

Finalmente, sí, mantenerte en una zona de confort es un estilo de vida válido… pero siendo sincera es algo que no aconsejaría a nadie porque me parece muy triste desperdiciar la única oportunidad que tenemos de hacer algo memorable con nosotros mismos quedándonos anquilosados en el rinconcito en que la vida nos ponga. No hay que hacer nada excepcional, pero la idea sí es poder sentir, cuando tengamos muchísimos años, que la nuestra fue una vida feliz.


Imagen: utp.ac.pa

jueves, 20 de septiembre de 2012

Seis consejos básicos de etiqueta y protocolo corporativo








En todos los ámbitos sociales en que nos desarrollamos es indispensable que observes algunos códigos básicos de conducta que te permitirán fluir más fácilmente entre las demás personas, aumentando tu carisma personal.

En el mundo corporativo y empresarial esta necesidad se acentúa muchísimo más, por dos factores, básicamente: (i) todo el tiempo te estás vendiendo, proyectando tu imagen profesional ante colegas, superiores y otras firmas (cazatalentos incluidas) que se pueden interesar en tus habilidades; (ii) como dijo tan acertadamente El Padrino, “no es nada personal; son negocios”: cuando trabajas para una organización, no sólo importa que hagas bien lo que tienes que hacer, sino que al hacerlo proyectes una imagen seria, exitosa y confiable, ya que en la práctica estás representado a toda una empresa en una conversación de un minuto con ese cliente.

Este es un tema prácticamente inagotable, pero para empezar te dejo estos tips:

-       Para entablar una conversación con cualquier persona con la que coincidas en el ámbito profesional, no importa si es de tu misma edad o incluso menor, usa siempre siempre siempre el pronombre “Usted”.

¡Sácate ya mismo de la cabeza que referirse a alguien como “Usted” marca distancia en términos jerárquicos! Por el contrario, el uso de ese pronombre sólo denota consideración y respeto. Además, dispara el estilo profesional.

Y funciona igual cuando es al revés: por favor, deja de tomar como una ofensa que se refieran a ti en tercera persona… Mejor súbete al tren de los que se desenvuelven con el Lenguaje Empresarial, sonríe y listo.

-       Cómo usar correctamente “señor”, “señora”; “don”, “doña”

Aquí va la regla de oro: cuando usas “señor”, dices el apellido. Cuando usas “don”, dices el nombre.

Pensemos en el caso de una señora que se llama Carmen Valencia: se dice “doña Carmen” o “señora Valencia”.

Nunca, jamás, por ningún motivo, “señora Carmen” (muy común), ni “doña Valencia” (en realidad he visto que pasa en el caso de los hombres. Aseguro haber estado ahí cuando un señor dijo “pregúntele eso a don Gutiérrez”).

¿Y si resulta que Carmen se casó con un señor que se llama “Eduardo de la Vega” y ella usa su apellido de casada?

Sencillo (aunque suene raro): “doña Carmen” es también la “señora de De la Vega”. (Sí, con el “de” dos veces).

-       Si te refieres a alguien como “señor”, “doctor”, “arquitecto”, “ingeniero”, etc., queda todavía más claro que “tutearno es una opción: “Hola, doctora, ¿cómo estás?” nunca. Siempre de “Usted”.

(La inobservancia de esta breve norma determina muchísimos rechazos en entrevistas de trabajo porque suele ofender al encargado de seleccionar al personal y, de todas formas, deja la mala impresión de una formación cultural poco esmerada).

-       Con la difusión de la tecnología y la creciente pereza, algunas personas envían su correspondencia informal entre colegas con mayúsculas fijas pretendiendo sacarle el cuerpo al ejercicio de tildar las palabras.

Las mayúsculas fijas en los mensajes se deben evitar porque dentro de la semiología del lenguaje escrito se equiparan a gritar y no quieres andar cazando pleitos con todo el mundo, ¿o sí?

-       Por último, “donde fueres, haz lo que vieres”: Uno: si trabajas en una firma de abogados, procura vestirte como un abogado serio, incluso si sólo tienes funciones administrativas o secretariales (deja la pinta seductora para el fin de semana, cuando estés en tu casa o con tus amigos. Es mejor mantener ese lado salvaje con discreción delante de los colegas, para evitar que dejen de tomarte en serio en la oficina).

Dos: Si trabajas en una firma de ingenieros, no te vistas como abogado. Parece obvio, ¿no? Bueno, para algunos no lo es tanto: si por definición tu trabajo implica estar de jeans y camisa y resultas “sobre-vestido” o más vestido de la cuenta, sólo vas a generar una tensioncita aburrida entre tus compañeros quienes, ahí sí, pueden estar sintiendo que quieres marcar una gran distancia.

-       Y, por último, sonríe. Incluso si tienes que volver a dar una instrucción que ya habías dado con suficiente claridad: sonríe. Nunca sabes qué razón tengan las otras personas para dejar de haber hecho lo que tenían que hacer.


(Claro: este tip admite numerosas excepciones pero, en principio y por regla general, ¡sonríe!).






Imagen: Monkey Zen

miércoles, 19 de septiembre de 2012

¿Cambiar? Sí, pero sólo si es por las razones adecuadas








Los seres humanos tenemos, como parte definitiva de la esencia de lo que somos, la vocación de trascender; de ahí que la sola idea de “cambio”, de “cambiar”, llame tan poderosamente nuestra atención, incluso si nunca hemos hecho una modificación significativa en nuestras vidas.

Esa sola curiosidad ya es bastante indicativa de la chispa vital que hay dentro de nosotros; es una pequeña manifestación de una energía muy poderosa que podemos usar para comenzar a tener la vida plena que queremos, ya que de esa energía es que estamos hechos.

La energía de la que te hablo es, en efecto, muy poderosa, y puede ser usada a tu favor, siempre y cuando sepas cómo activarla para que te sirva como motor en la implementación de cualquier cambio que quieras hacer. El método para ponerla a funcionar es realmente sencillo, aunque mucha gente se pasa su vida sin entender de qué se trataba: tienes que encontrar dentro de ti la razón correcta para comenzar a moverte hacia la meta que quieres alcanzar.

Y ¿cómo sabrás que la razón que estás contemplando es la correcta para ti? Una razón es verdadera y constituye un motivo adecuado para cambiar cuando te ilusiona porque te muestra y te conduce hacia una versión mejor o más evolucionada de ti mismo.

Por el contrario, una razón para cambiar es equivocada cuando te lastima recordándote algo que ya no quieres ser o cuando te maltrata comparándote con alguien más o, bien, cuando te asfixia haciéndote perseguir ideales imposibles.

Para explicar más fácilmente a qué me refiero, voy a usar algunos ejemplos de la vida real, empezando por compartirles mi propia experiencia (por regla general he ensayado antes en mí misma los conocimientos y las herramientas de las que hablo), para continuar con otros dos casos que he acompañado desde mi oficina.

1.    Parecía que ninguna dieta iba a funcionar

Fue mi historia (y la de varias mujeres que conozco), haber intentado fallidamente hacer dietas para perder peso muchas veces en la vida.

¿La razón del fracaso? Obrábamos por las razones equivocadas. Todos tenemos dentro de la cabeza una vocecita que nos habla todo el tiempo, ¿verdad? (“haz esto”, “di aquello”, “vámonos ya de aquí”, “qué pereza esta señora”, etc.). El problema se crea cuando dejamos que esa vocecita tome el control de nuestras vidas y ésta comienza a enviarnos mensajes falsos y autodestructivos todo el tiempo, todos los días.

Así, ante lo insoportable que es oír a cada rato “estás feísima”, “nada te queda bien”, “te ves horrible”, la única opción que quedaba para tratar de sentirse mejor era, obviamente, intentar cada vez una nueva dieta. El problema es que si la motivación misma, que está dentro de ti, es a la vez el agente que te destruye, invariablemente vas a llegar al punto en que todas las dietas alrededor del mundo, ensayadas en hombres y mujeres, fracasan: “el que me va a querer, que me quiera así”, “para qué me pongo con estos esfuerzos si a la larga da igual”, “en últimas soy un gordito simpático”, etc.

En mi caso puedo decir que la tendencia cambió el día que me cansé de oír esos mensajes negativos, los rechacé decididamente y pensé “esta vez lo voy a intentar para estar más bonita; para poder usar las cosas lindas que veo en las vitrinas de los almacenes”. Listo: esa fue la fórmula mágica. Por fin había acometido un plan con una motivación constructiva y esa fue la vez que el experimento finalmente funcionó.


2.    Vengarse tampoco es una motivación buena

El aspecto de Santiago, para describirlo en una sola palabra, era el prototípico del “nerd”. Como ocurre en la mayoría de esos casos, Santiago no hacía parte de los muchachos populares de su universidad; no era de los que salen con las niñas más lindas, etc. Nada. La única forma de reconocimiento que lograba era que lo criticaran por como se veía, porque no salía, porque parecía estar siempre estudiando sin tener una vida más allá de los libros…

Llegó el día en que Santiago se cansó y decidió hacer un cambio extremo en su guardarropa. Y el plan era bastante más complejo: no sólo cambió su ropa sino también su actitud, su postura corporal, todo. Me contaba que cada mañana frente al clóset recordaba a sus compañeros burlándose de él y de esa rabia sacaba la energía para escoger lo que se ponía cada día. Digamos que verse a la moda sería su venganza.

¿Cuál fue el efecto? Ninguno. Bueno, sí, uno: algunos compañeros se burlaron todavía más de él. ¿Qué estaba mal? La motivación, claramente. No es posible alcanzar el bienestar emocional si lo que te anima es un resentimiento hacia las personas que te han hecho sentir mal, aunque la rabia también sea en el fondo una manifestación de energía (el corazón late incluso tan fuerte como cuando estás muy feliz). En el caso de Santiago el proyecto de cambio sólo le funcionó cuando se animó a hacer la cosa al derecho: (i) conocerse, (ii) aceptarse, (iii) quererse (mucho) y, ahí sí, llevar a cabo los planes de cambio que deseaba, sólo que esta vez movido por el empeño de ser una mejor versión de sí mismo y no por la obsesión de vengarse y, a pesar de eso, pretender ser aceptado.

3.    Cambio para que me quieras

De todas las razones equivocadas que existen en la Tierra para cambiar, ésta es tal vez la más peligrosa.

Lucía, que era una mujer lindísima, muy inteligente y con muchas cualidades, tenía el hábito negativo de abusar del alcohol. Precisamente en una de sus fiestas conoció a Andrés, un señor fuera de serie de quien se enamoró profundamente.

Como era de esperarse, Andrés censuraba enérgicamente el alcoholismo de Lucía y ella, que era muy inteligente, entendió que si no cambiaba (además se trataba de un cambio altamente conveniente; era un “gana-gana”: Andrés + vida sana), lo perdería. Fue así como, animada por su amor a Andrés, Lucía comenzó un tratamiento para superar la adicción.

Evidentemente la motivación de Lucía, aunque a simple vista parecía no sólo inofensiva sino hasta bonita (por lo sublime del sentimiento), fue la razón por la que un tiempo después retomó su mal hábito, pero todavía con más fuerza corrosiva.

¿Qué pasó? Lo que era de esperarse: es imposible pretender constituir una escritura de propiedad sobre la vida y los sentimientos de alguien y Andrés conoció a otra persona que, al contrario de lo que pasaba con Lucía, tenía un estilo de vida muy saludable. Cuando Lucía comenzó su proyecto de cambio para que Andrés la quisiera, lo revistió de un grandísimo poder sobre ella, al punto que su salud y su vida dependían prácticamente de que él le mantuviera viva una ilusión.

Error, error, error. Las cosas externas a ti que te hacen feliz, te crean una dependencia que se alimenta con una dinámica demencial: “ok, hasta aquí te hice feliz, pero no olvides que también puedo hacerte infeliz”.

Actualmente Lucía no ha terminado de superar su adicción, pero se encuentra más o menos estable, mientras re-hace desde el principio y al derecho su proceso curativo por las razones adecuadas: el amor por ella misma, su salud y su vida.

La invitación de esta semana es a hacer una pequeña introspección (sí: ¡mirar en dirección al ombligo!) para determinar si estamos actuando por las razones adecuadas o si, por el contrario, no estamos haciendo más que desperdiciar nuestra energía en esfuerzos inconducentes que a la larga sólo nos dejarán exhaustos y derrotados.

Este puede ser un buen momento para comenzar a movernos como es.

¿Por qué no?

¿Para qué no?





martes, 11 de septiembre de 2012

Brevísimos tips de estilo para los señores en una primera cita



"El estilo es el vestido del pensamiento"
-        Óscar Wilde

Queridos amigos,

Cuando de la primera vez que salen con una mujer se trata, hay algunos detalles que pueden incidir decisivamente en la posibilidad de que haya una segunda cita o que pueden determinar que la chica cambie tu nombre en el celular por “No Contestar”.

Las cuestiones relacionadas con los buenos modales, con el comportamiento en la mesa, con la amenidad en la conversación, todos las sabemos o, al menos, las intuimos por ser de uso generalizado en nuestra civilización, así que no les aportaría nada reseñándoselas, ni les estaría revelando un gran secreto diciendo que a todas nos encanta (con el perdón de Florence Thomas y sus copartidarias) que nos abran la puerta, nos corran la silla, nos cedan el paso o nos celebren el vestido que escogimos llevar puesto.

Pero hay cosas, mis adorados hombres, frente a las cuales, a pesar de que parecen ser de elemental sentido común (por lo prácticas que se pueden ver a simple vista – Hey: nunca es bueno tratar de tener éxito con una mujer siendo práctico-), es conveniente que ustedes se nieguen categóricamente a dejar que pasen, si quieren quedarse en el recuerdo de esa chica como todos unos caballeros.

Aquí van, pues, las propuestas de las mujeres que hay que rechazar… cuando menos en la primera cita (deben saber que en muchos casos las mujeres tienen prendido el “caballerosímetro” y dicen las cosas sólo por probarlos):

-        Escena 1: Salieron de noche (en el plan que sea) y ella dice que puede devolverse sola a su casa, tomando un taxi en la calle o caminando: hay que negarse y acompañarla hasta la puerta de la casa, incluso si no fue una buena noche.

-        Escena 2: Por iniciativa de ella o tuya (no importa –ojo con esto de que “el que se inventa el plan, paga”, que no hay un mito urbano más trágico que ese) fueron a comer, a almorzar, a lo que sea y ella, por prudencia, se ofrece a pagar la mitad de la cuenta: hay que negarse rotundamente, agradecerle por su encantadora compañía y quitar la cuenta de su vista.

-        Escena 3: Ella se ha mostrado en extremo curiosa por la personalidad de tu ex - novia (ex – esposa, lo que sea) e insiste en que le cuentes detalles de tu relación anterior: hay que hacer cualquier comentario neutral sobre la anterior pareja, negarse a dar más detalles y cambiar el tema diciendo que por lo pronto estás pensando en la persona que tienes al frente.

Estas tres escenas que he reseñado no tienen que transcurrir siempre de la misma manera, como es apenas obvio. Hay circunstancias que admiten excepciones válidas y razonables, pero lo que sí te garantizo es que si haces el ensayo de negarte a aceptar estas tres propuestas, quedarás como un príncipe a los ojos de ella (y no como un bobo, como seguramente tratará de hacerte sentir el resentido de tu amigo que nunca consigue que una mujer normal le dé su número de teléfono –cuando no es que le dan el de la compañía de taxis).

Ah, y un último consejo de estilo: al subir o bajar las escaleras, los señores, siempre, siempre, siempre deben ir adelante. Al bajar, para servir de apoyo a la niña; y al subir, para no hacerla sentir incómoda con tu mirada directo a sus… piernas.

¡Buona fortuna!

jueves, 6 de septiembre de 2012

Saliendo del cascarón: superar las Causales Para Verse Mal





En la columna anterior (“Cuando verse mal se convierte en vicio”) nos referimos a los cinco patrones que generalmente explican las razones más importantes por las cuales muchos de nosotros hemos pasado períodos oscuros, viéndonos mal un día tras otro.



Al cabo de la explicación de cada una de las Causales señalé enfáticamente que no existe ninguna razón para que te sientas desolado o hundido en una imagen que no escogiste, que nunca hubieras querido para ti pero que, sin embargo, es la que tienes actualmente. En efecto, no hay de qué preocuparse, porque cada una tiene su solución, como vamos a ver en breve.



Lo primero que debes tener en cuenta es que el hecho de que lleves años usando un mismo estilo (por el cual, probablemente, te identifiquen en este momento), no quiere decir jamás que estés en la obligación de verte igual siempre. Tampoco debes caer en el error de pensar que manteniendo la misma imagen vas a mantener un placentero bajo perfil que te saque del radar de los demás. ¿A quién quieres engañar?



Lo que, en cambio, sí necesitas saber (o al menos comenzar a considerar), es que tú y sólo tú puedes decidir cómo quieres que te vean las otras personas y, yendo mucho más allá, debes ser consciente de que tienes el poder de decidir cada mañana quién quieres ser en el día que comienza. En fin y al cabo, nadie vive tu vida por ti; sólo tú sabes la incomodidad que se siente cuando piensas que podrías verte mejor y que, sin embargo, no haces nada al respecto. Esa ya es una legitimación suficiente para hacer el cambio que quieres sin importar lo que piensen los demás, ¿no te parece?



Las razones por las cuales se incurre en cualquiera de las Causales Para Verse Mal pueden ser muchas y de distinta naturaleza. Sin embargo, la más frecuente (y el fenómeno es más recurrente en mujeres nacidas antes de 1970), es que en algún momento del principio de su edad adulta encontraron un peinado, un estilo de maquillaje o una paleta de colores que tuvo gran acogida entre sus amigos y luego no se atrevieron a salir de ella por el temor a que el cambio no causara el mismo impacto positivo (si estás ahí, no tienes de qué preocuparte; no eres la única persona a la que le pasa esto: los seres humanos muchas veces actuamos, erróneamente, animados por el miedo a equivocarnos y otras tantas por el miedo a no ser recompensados; a que no se nos felicite).



Lo cierto es que comenzar a sentirte cómodo contigo mismo ya no da espera y sólo tienes que seguir unas reglas muy sencillas. Naturalmente, cada caso es especial y el plan de fondo varía en su diseño para cada persona pero, teniendo en cuenta que no te estoy viendo de frente, por lo pronto te puedo dar los tips que me han funcionado en la mayoría de las Intervenciones Profundas de Imagen:



1.    Ubica en las revistas, en los periódicos o entre tus amigos, las personas que admiras por la imagen que proyectan y analiza detenidamente qué es lo que hace que luzcan tan bien. (Este paso puede tomar un par de semanas o más. Ve con calma. Se trata de un trabajo serio de observación analítica).



2.    Una mañana de domingo, en la soledad del baño de tu casa (para asegurarnos de dos cosas: primero, que nadie va a irrumpir en la escena –en algún punto te verás chistoso y no es la idea que alguien más te vea así- y, segundo, que vas a tener la cara y el pelo limpios, sin haberte hecho el mismo peinado –o maquillaje, afeitado, etc.- de siempre), ensaya los estilos que hayas observado previamente en quienes admiras.



Es importante que te programes emocionalmente para hacer este experimento una y otra vez. Con un solo intento no basta: esos looks tan admirables que elegiste son el fruto del esfuerzo (y del “ensayo/error”) de quienes los llevan, ¡no creas que llegar a ese punto ha sido tan fácil!



3.    Ve a un almacén grande de ropa (que no sea una boutique pequeñita, con la señorita siempre junto a ti, diciéndote que todo lo que te pruebas te queda bien con tal de recibir su comisión) y oblígate a escoger cinco prendas con estilos y colores distintos (¡distintos a lo que ya usas y distintas entre sí! –no importa si de entrada no te gustan tanto; ¡estamos ensayando!-), que jamás pensarías que te pudieran quedar bien. Camina al probador con la mejor actitud posible (si no, nada, en serio, nada, se verá bonito).



Es posible que, a pesar de que la ropa sea de tu talla, de verdad no te favorezca en absoluto, pero, ¿qué tal que sí? ¡Regálate una de las finalistas!



4.    En una mañana de día hábil (no lo hagas desde la noche anterior: un ingrediente indispensable para este ejercicio es la energía de la mañana), ponte frente al clóset y piensa: “Si hoy tuviera que verme como… (gerente, persona de negocios, artista, estrella de cine, alguien más joven, ¡lo que quieras! –pero que te guste, obvio-), ¿qué me pondría?”



Todos tenemos en el guardarropa piezas de varios estilos que podrían funcionar para cualquiera de los perfiles que mencioné. Haz este ejercicio sin miedo. De todas formas las piezas van a salir de tu ropero. Tú las elegiste cuando las compraste, de modo que no es posible que parezca que te has disfrazado.



Y si en la oficina (o donde sea que vayas) te preguntan con picardía que a qué se debe la especialidad, responde cualquier cosa sencilla (“ah, ¡te diste cuenta!”; lo que sea, pero que no suene a disculpa o a explicación; eso es clave), sonríe y sigue en lo que estás haciendo. Es tu experimento. Punto.



5.    Si lo que te gusta es romper las reglas porque no soportas que la prensa te diga cómo te tienes que vestir, está perfecto. Sólo trata una cosa: mira con detenimiento si ese estilo que escogiste en particular realmente te favorece o si, por ejemplo, deberías usar otra combinación de colores o una talla más grande o más pequeña; o si te verías mejor, en el caso de las mujeres, con el pelo recogido o con un poco menos de maquillaje, y en el de los señores, con la cara afeitada o con la barba más cuidada, etc. El lema para ti es que irreverente no signifique descuidado.



¡Buena suerte y hasta el próximo jueves!

lunes, 3 de septiembre de 2012

¡A reinventarnos!


Lunes 3 de septiembre de 2012



La consigna del momento es “¡Reinventarse!


Sin embargo, no se trata de un propósito fácil: el bombardeo de información disímil que recibimos diariamente de los medios que se ocupan de la moda, nos pueden hacer perder la claridad por momentos, ya que muchas veces es incluso contradictoria. La idea, entonces, es que procures hacer un enlace armónico de las tendencias que te gustan y con las que te identificas más.


Preservar la armonía en el concepto de los detalles que componen tu imagen es esencial para que consolides tu sello personal. No tienes que casarte con un color, con un material o con un estilo en particular. Sólo procura armonizar (hacer un uso concordante de) las cosas que te gustan.


¿Mi sugerencia de lunes para ellas? Los encajes (pero bien administrados, ¿no? Las prendas de encaje se deben usar con suma moderación para ir a la oficina –donde no quieres llamar la atención por las razones equivocadas-. Pero atrévete a llevar un top de encaje, por ejemplo). El cuero negro también es un excelente complemento.


¿Y para ellos? Un audaz look dandy con corbatas más angostas de lo común (en cuanto al ancho de la corbata se refiere, el límite está determinado por el peso: a menor peso menor puede ser ancho de la corbata. Los señores de silueta más corpulenta deben evitar las corbatas muy delgadas porque se verán menos elegantes y con volumen extra).


Imagen: La Gerencia