martes, 28 de enero de 2014

¿Estás durmiendo con el enemigo?

En mis lecturas de esta mañana encontré una cita muy esclarecedora sobre una de las razones más poderosas de infelicidad y frustración para los seres humanos. La frase es de Mark Moustakas y dice: “Los conflictos más dramáticos, quizás, no son los que ocurren entre los hombres sino entre un hombre consigo mismo”.
Si miramos hacia atrás, buscando en el archivador de metas fallidas todo lo que pudo haber sido y no fue en nuestra vida o, incluso, si revisamos con honestidad los problemas que estamos afrontando ahora mismo, la única razón que nos aparta de alcanzar una meta (la que sea, salvo que se trate de una cosa físicamente imposible, por supuesto), está en nosotros mismos. Y hay que ver lo creativos que resultamos ser a la hora de hacernos infelices.
En mi oficina tengo la oportunidad de oír historias de vida interesantísimas: personas encantadoras que no han podido encontrar el amor en su vida y están a punto de descartar esa posibilidad; personas fantásticas y absolutamente deseables que no son capaces de terminar una relación enfermiza porque les paraliza la idea de no encontrar nada después de lo que tienen; profesionales prósperos y exitosos que quisieran avanzar en su educación de posgrado o viajar pero tienen mil razones para posponer el plan; gente con un talento que le brota por los poros pero que de antemano declara que no tiene la posibilidad de hacer algo significativo con su vida… (“yo soy de los que comienzan pero no acaban”, me dicen mil veces, hombres y mujeres).
Sylvia Ramírez, Life Coach, PNL, Personal Branding, Diseño de Marca Personal, Asesoría de Imagen, Bogotá, ColombiaPara hacer este artículo revisé muy bien las carpetas donde guardo el registro de mi consulta y en estas cuatro tipologías puedo resumir el trabajo de unas 80 horas de coaching con muchas personas, lo cual nos lleva a dos conclusiones centrales:
a. A todos nos pasan más o menos las mismas cosas

b. El autosaboteador de metas nos está clavando un puñal por la espalda y nosotros no hacemos más que justificarlo
Es cierto: no hay nada más peligroso que un cerebro indisciplinado. Estamos dejando que el cerebro nos diga lo que quiera y estamos viviendo de los cuentos que él nos va contando (“me va a abandonar”; “no se puede”; “todo es culpa de mi mamá”), aunque tengan muy poco (o ningún) respaldo probatorio, y en cambio sí estamos dejando pasar más de una oportunidad para ser felices. Vamos por partes:

1. “El amor es doloroso – Ninguna relación me funciona – Esto es lo mejor que voy a conseguir en mi vida”

La primera inclinación de un cerebro que no se ha disciplinado con reglas es la de poner etiquetas rápidamente a cada cosa (persona, relación, situación: “ella es una bruja”; “esto es un fiasco”; “nunca voy a poder salirme de este lío”) para seguir resolviendo todos los problemas de la cotidianidad con las mismas tres soluciones de siempre. Así se ahorra la pereza de pensar qué está pasando realmente en cada caso y, por supuesto, se ahorra la pereza de inventar una solución eficiente.
Tanto quienes me dicen “todos los hombres (o mujeres) son iguales”, como quienes me dicen “es que yo ya entendí que yo no estoy hecho para estar en una relación”, están buscando explicarse y, de paso, resolver ese capítulo de su vida con una afirmación que no tiene ningún fundamento; y si este es tu caso, hay tres preguntas que deberías responderte:
I. ¿Qué pruebas tienes de eso que estás diciendo?
II. ¿No conoces a nadie en ninguna parte del mundo que sí tenga una relación amorosa funcional?
III. ¿Qué precio estás pagando por seguir pensando así?
Sea que creas en las vidas futuras o no, esta es la única vez que te vas a llamar (pon tu nombre aquí) y, con toda honestidad te lo digo, no tiene caso que por el sólo miedo (o, peor, la sola pereza) de salir de tu zona de confort y tener un aspecto más agradable o mejorar algún viejo patrón de comportamiento reactivo o inmaduro, etc., te estés perdiendo de la experiencia tan enriquecedora de compartir con una pareja con la que puedas llegar a acuerdos y vivir una vida tranquila.
En el tema de las relaciones no se trata de tener una estrategia súper compleja (porque no estamos en un campo de batalla – por lo menos a mí me parece muy desgastante entender las relaciones así), ni la idea es que vivas esperando a que, por fin, las personas con las que te involucras cambien: se trata de comenzar a pensardistinto para ser distinto porque cuando tú cambias, tu mundo cambia: lo que te importaba antes hasta el punto de la locura, ahora también te importa pero no te mortifica ni te hace hacer tonterías, por ejemplo.

2. “Toda la vida he soñado con hacer tal cosa PERO…”

Una vez más el autosaboteador de metas es el protagonista poniendo sus famosas etiquetas: “es muy caro; no te puedes permitir eso”; “aprender a ____ (bailar, cocinar, bucear, etc.) a estas alturas no te aporta nada”; “con ese mismo dinero te compras un vestido que te dura más que una cena en ese restaurante”; “a esta edad ya es una ridiculez ponerme en esas”; “no tengo tiempo (en serio: no tengo tiempo)”; “eso sólo pasa en las películas”; “si tuviera otro trabajo y fuera el dueño de mi tiempo, lo haría” y así hasta el infinito con las etiquetas imposibilitadoras.
Repasa los ejemplos de etiquetas del párrafo anterior y contesta una sola cosa: en últimas, ¿de qué se trata tu vida? (¿“sobreviviente” es la palabra que mejor te describiría? ¡cuidado!)