jueves, 30 de mayo de 2013

Tip de Encanto No.5: Que tus modales sean "a toda prueba"

En los asuntos triviales, el estilo y no la sinceridad es lo esencial. 
En los importantes, también el estilo es lo esencial.

Oscar Wilde




¿Qué tienen en común el gran Gatsby, James Bond, el Dr. Watson, el conde de Montecristo y algunas de las personas más inolvidables que conocemos en la vida real?

Que tienen modales impecables y a toda prueba. No los pierden ni en las situaciones más agobiantes. No relajan sus buenas maneras por más confianza que lleguen a sentir con alguien.

Los ejes centrales para hacer que este tip de encanto funcione son clarísimos:

  • No te quejes salvo que sea realmente necesario. No subestimes el poder de una pequeña dosis de humor negro dentro de la queja. Sí, en el venenito está el encanto.


  • Prefiere hablar de conceptos a hablar de gente y mucho menos de gente anodina.


  • Por ningún motivo anuncies cosas fantásticas que no vas a cumplir porque la decepción es un sentimiento muy difícil de remontar: haz entradas triunfales con sorpresas cargadas de buen gusto.


  • Ríe con resolución, mira siempre con atención y sé especialmente escrupuloso en cuanto al número de palabras que usas para expresar una opinión.



Touché!

lunes, 27 de mayo de 2013

Mal interpretar los placeres bloquea el paso de la Felicidad duradera



Piensa en algo que te entusiasmara muchísimo lograr, obtener, visitar y que lo hayas conseguido. Recuerda cómo te estimulaba la idea de tenerlo o hacerlo y la felicidad que podías anticipar que sentirías en ese momento. Recuerda cuando lo obtuviste, evoca lo feliz que te sentías. ¿Te sientes la misma Felicidad con la misma intensidad ahora?

Así como hiciste el ejercicio con una meta que asociabas con Felicidad, hazlo ahora con un evento muy temido o muy triste que hayas tenido que afrontar hace varios años. ¿Sientes ahora el mismo nivel de tristeza, desolación y/o preocupación que sentías en ese momento?

¿La conclusión? Es simple: nos acostumbramos a todo; a lo bueno y a lo malo. La tendencia natural del ser humano es a volver a su estado básico de felicidad, sin importar la fuerza del impacto que te haya causado en un primer momento lo que te ocurrió. En eso consiste la adaptación hedónica.

En un artículo anterior hablamos sobre la importancia de no acostumbrarse a lo malo, como en la fábula de la rana que cayó en una olla con agua tibia al fuego y terminó cocinada por irse acostumbrando progresivamente a la temperatura cada vez mayor. (Click aquí para ver el artículo “Cuando me di cuenta ya era demasiado tarde).

En esta ocasión vamos a pensar en cómo construir Felicidad a largo plazo. Vamos a pensar en cómo tomar decisiones eficientes que eviten que te vuelvas el esclavo servil de pequeños estímulos gratificantes a los que les estás dando equivocadamente el estatus de placer trascendental.

Cuando “más” deja de sentirse como “más” es hora de ejercitar la fuerza de voluntad


Nicolás Boullosa (Barcelona, 1977) hace una analogía muy pedagógica sobre la fuerza de voluntad con un músculo cualquiera: si no se ejercita, se afloja. ¿La buena noticia? Se puede retomar y fortalecer en cualquier momento de nuestra vida. 

viernes, 17 de mayo de 2013

“Cuando me di cuenta ya era demasiado tarde”




La fábula es el género narrativo en que los animales, dotados de características humanas, desarrollan actividades que siempre dejan una moraleja impactante al lector. En este caso les propongo que hablemos de una muy tradicional: la de la rana que cae en la olla con agua tibia y muere cuando el agua alcanza el punto de ebullición.

Rápidamente: esta fábula cuenta que una rana, que estaba en la ventana de una cocina, cayó accidentalmente dentro de una olla con agua que estaba al fuego. Como el agua estaba a una temperatura agradabilísima, decidió ponerse a nadar, sin pensar en más. El agua fue calentándose poco a poco; tan lentamente, que la ranita sólo sentía algo más de calor, cada vez un poquito más de calor, pero no se detuvo a pensar en todo lo que estaba pasando a su alrededor (empezando por el fogón encendido que tenía debajo de ella). Por ser tan suave el aumento de la temperatura, cuando ya quiso salir fue demasiado tarde: murió cuando el agua comenzó a hervir. Fin.

Moraleja: hay que esforzarse en notar las pequeñas diferencias

Dentro de cualquier clase de proyecto que emprendemos (de vida, laboral, de pareja, de cambio físico, de educación: en todos los proyectos) se van creando tendencias, como en la economía: al alza, a la baja, estancamiento, etc.

La cuestión es que la mayoría de cambios que ahora nos parecen muy importantes comenzaron muchas veces como perturbaciones sutiles a la tendencia inicial: dentro de una dinámica de aparente estabilidad pueden comenzar a surgir indicadores de leves tendencias a la crisis, que por su misma levedad apenas fueron perceptibles y nuestra reacción espontánea fue acostumbrarnos a esos nuevos pequeños factores, como en la fábula que acabamos de traer a colación.

Si el agua hubiera estado muy caliente al primer contacto con la piel de la rana, ella hubiera reaccionado violentamente para salvar su vida. Lo que resultó mortal en su caso fue lo apacible de la temperatura inicial. Como uno de los comandos originales de nuestro cerebro es el de no gastar energía si no es indispensable (ver “Ágilmente” del Dr. Estanislao Bachrach), a éste le resulta más cómodo acostumbrarse a algo aparentemente insignificante que esforzarse en idear una solución novedosa que impida que se cree una tendencia o, de ser necesario, que la detenga.

La trasposición de la fábula de la rana a nuestra vida explica muchas de las circunstancias que encontramos mortificantes en la actualidad: los 20 kilos de sobrepeso comenzaron siendo 1 kilo de sobrepeso. La relación infernal de hoy comenzó con pequeñas faltas de respeto en cada discusión trivial. La difícil situación financiera comenzó con dejar de hacer las cuentas 1 mes y luego ya te dio mucha pereza organizar tantos recibos refundidos en el cajón. La distancia entre dos que hace 1 año se adoraban profundamente comenzó cuando dejaron de hacer todo lo que sabían que podían hacer por conquistar a su pareja y se sorprenden ahora hundidos en la más agobiante monotonía. ¿Te suena conocida alguna de estas hipótesis? Yo las he vivido todas.

(Pero, ya ves, de eso no me morí. Perdí 18 kilos por mi cuenta. Me divorcié. Cambié de profesión. Volví a ser estudiante a los 28 años. Creo que aprendí la moraleja).

Sea que tengas el agua al cuello o que este mensaje haya llegado a tiempo, te voy a mencionar a continuación las soluciones más relevantes que encontré para mis casos y las que he visto funcionar en otros:

martes, 14 de mayo de 2013

La Felicidad es un ejercicio de administración




Todos conocemos muchísimos casos (en nuestra vida diaria o por las revistas de todas partes del mundo) de personas que consideramos altamente exitosas y que, sin embargo, aseguran estar muy lejos de ser felices. Y siempre nos preguntamos por qué: “si yo tuviera la belleza y el dinero de Fulana, tendría todo resuelto”; “si yo ganara todos los casos como el abogado Tal, mi vida sería magnífica”, etc.

Las historias de vida que hemos oído nos llevan a dos conclusiones importantes: (i) poner toda nuestra energía en lograr esa única cosa que asociamos al éxito jamás garantiza lograr un estado de satisfacción sostenida. Y (ii) la apuesta por la Felicidad rotunda es tan complicada como jugar al tiro al blanco con la diana en movimiento. Este es el acertado resumen de Laura Nash y Howard Stevenson en una clásica publicación de la Universidad de Harvard.

Ahora: no se trata aquí de introducir la idea de que para ser feliz hay que renunciar a ser exitoso. Faltaría más. La cuestión sí es, en cambio, entender que para ser feliz lo conveniente es alternar los usos que damos a nuestra energía entre los aspectos que son más gratos para el ser humano: “realización personal, logro al trabajo, significación a la familia y legado a la comunidad (Nash y Stevenson, 1999).

Entender la necesidad de hacer una distribución balanceada de la energía en varios ámbitos de nuestra vida es apenas el comienzo, ya que esa sola tarea es, de por sí, difícil. El primer reto estaría en responder a la pregunta “¿Cómo distribuyo eficientemente mi energía?

Clasificar los deseos

Hacer una categorización de tus metas y deseos en función de lo que significan para ti y del beneficio que te podrían representar es un ensayo de demostrada utilidad. Supongamos que sueñas con tener una familia, aprender a bailar tango, cambiar de carro, lograr un ascenso y tener un abrigo de tu diseñador favorito.

No hay razón para renunciar a ninguno de los propósitos (por ambiciosos que parezcan unos y superficiales que parezcan otros), pero es igualmente cierto que, cuando de metas se trata, el orden de los factores SÍ altera el resultado. ¿Cómo organizarías las metas del ejemplo para que sean todas igualmente realizables?

lunes, 15 de abril de 2013

Los 4 pasos del cambio que sí lleva a la Felicidad


La vanidosa Felicidad exige a sus pretendientes una alta dosis de honestidad; por eso es que insisto tanto en que, en la mayoría de los casos, cuando el bienestar parece una quimera esquiva, no hay que seguir haciendo más y más cosas innovadoras sino, por el contrario, dejar de dar tumbos e insistir con más ahínco en ser y sólo ser.

Aunque esto sigue siendo así, en ocasiones la Felicidad precisa un cambio: dar un salto en la frecuencia energética en que resonamos. Sí, sí, como si se tratara de un radio que puede estar sintonizado en 780 KHz o en 1.200 KHz. Exactamente así.

¿Por qué? Porque así como la emisora que se sintoniza en 780 KHz no tiene la misma programación de la que se oye en 1.200KHz, a quienes viven en un nivel más bajito no les ocurren las mismas cosas que a quienes resuenan con cosas correspondientes a un nivel superior.

Así, pues, el cambio, para que sea genuino y, sobretodo, duradero, debe gestarse desde adentro; desde la médula. En mi búsqueda particular (porque yo también sigo tratando de colgarme al tren que es) he concluido que el éxito está en lo siguiente:

miércoles, 20 de marzo de 2013

Pensando en clave de felicidad en el Día de la Felicidad





Durante los 24 de los 28 años que llevo entendiendo cosas las cosas que oigo –me encanta poner cuidado a la gente-, más de una vez me han dicho, rebosantes de autoridad, que para ser feliz “hay que vivir cada día como si fuera el último” y siempre, siempre, de manera instintiva, desde que estaba muy pequeña, la sola propuesta me ha llenado de profunda contrariedad.

Como hoy es 20 de marzo y se celebra por primera vez oficialmente el Día Internacional de la Felicidad, quise que mi –insular- celebración consistiera en anotar las conclusiones más importantes a las que he llegado sobre la felicidad hasta hoy, comenzando por las reflexiones que he hecho en los últimos días, tratando de entender porqué siempre me ha resultado tan incómodo ese consejito de vivir cada día como si fuera el último.


Vive cada día como si fuera el último” Vs. “Haz una cosa a la vez

Es posible que todo se deba a mi forma de ser pero, sinceramente, me declaro en imposibilidad permanente de disfrutar cualquier cosa, por más que me guste, si es bajo la amenaza de que “no va a haber más de eso, de modo tengo que sacar todo el provecho que puedade una vez.

No, señor. Así no: me asfixia.

Tengo, igualmente, la certeza absoluta de que no está garantizado que 5 minutos después de este momento yo vaya a continuar con vida (y sé que los héroes que todos conocemos con enfermedades desafiantes lo tienen aún más claro). Sin embargo me resisto a participar de ese sentido fatalista de la realidad.

Como el avance no está en quejarse sino en proponer, he encontrado otra actitud bastante más sosegada que (en mi personalísima experiencia) ha funcionado bastante mejor: decidí hacer una sola cosa a la vez.

Claro: conforme están las cosas, es más fácil decirlo que hacerlo. Llevar a cabo el plan exigió hacer antes otra reflexión no menos importante: bastante bueno es suficiente; no se necesita que sea perfecto, como dice con tanto acierto el Dr. Ben-Shahar (Si seguía persiguiendo frenéticamente la perfección en cada cosa habría sido imposible concederme la licencia de hacer sólo una a la vez, ¿cierto?).

De acuerdo con el juego que nos plantea la realidad actual, donde estamos hiperconectados al mundo exterior y todo está pasando al tiempo y si te quedas del tren no eres nadie; donde cada minuto irrumpe en la escena otro personaje que hace las cosas mejor que tú; donde a la vuelta de cada esquina aparece una persona más hermosa y más inteligente que la anterior; donde ningún título académico alcanza; en esta dinámica en que la vida nunca es suficientemente confortable porque cada mes hay un automóvil mejor que el tuyo y un electrodoméstico más sofisticado; cada semana oyes de otra familia menos disfuncional que la tuya y cada tanto emerge un nuevo ícono del estilo a quien seguir (por sólo citar unos ejemplos y no pintar un panorama más apremiante), de acuerdo con esas circunstancias, me resultó indispensable asumir, -si de verdad quería ser feliz en esta vida-, que bastante bueno es suficiente; y que no se necesita que sea perfecto.

En ese propósito me resultó de enorme ayuda interiorizar los planteamientos del Dr. Tal Ben-Shahar, profesor de psicología positiva en la Universidad de Harvard, que dice esto mismo que estoy diciendo, pero mejor (como no podría ser de otra forma, claro).

Cuando decidí que le apostaría a vivir una vida llena de cosas suficientemente buenas, comencé a tener la disposición trascendental para hacer una sola cosa a la vez. Y no es que me haya resignado a rodearme de relaciones y cosas mediocres o que haya renunciado a dar lo mejor de mí en mi trabajo y en mi vida personal o que reniegue del ritmo de nuestra era.

Nada de eso: me le medí a obtener siempre lo mejor que se pueda, dentro de las cosas que me interesan (a mí; ¡a mí!) y dentro de las posibilidades que tengo como humano de las siguientes características actuales: mujer, 28 años, colombiana, abogada fugitiva, soltera, católica, etc. En 5, 10 o 40 años, mis intereses no podrán ser los mismos.

Entre otras razones, por eso es que no puede haber una receta mágica para establecer qué es lo bastante bueno, y con esto quiero decir que tampoco podrá existir nunca la fórmula para ser feliz: cada cual tiene (que tener) sus parámetros.

Fue así como entendí que no sólo era perfectamente posible sino, además, indispensable, comenzar a hacer una sola cosa a la vez: como ya había descartado la necesidad (autoimpuesta, naturalmente) de que todas las cosas fueran perfectas, pasé a dedicar menos tiempo en promedio a cada actividad en la que me ocupo, pero a poner toda mi concentración en cada cosa que hago. Ahora pienso que a eso es que se refieren los que definen la felicidad como la coincidencia entre lo que hace el cuerpo y lo que desea el espíritu y quienes hablan de vivir “aquí y ahora”.

Dar lo mejor de sí y confiar

Como la idea es ser feliz sin dejar de participar, de todas formas, de la dinámica actual del planeta tierra (la vía fácil sería aconsejarte que leas El Monje que Vendió su Ferrari y que hagas lo mismo, pero, sinceramente, ni yo me embarcaría en un plan de esos), lo más inteligente que encontré hacer en mi planteamiento de Vida Feliz, además de hacer una sola cosa a la vez, fue hacer bien y a tiempo las cosas que debo/quiero hacer y soltar el sentido del resultado (aquí el crédito es para mi papá, Orlando, que es mi héroe cotidiano). Es decir, aprendí a confiar en el futuro (¿en “la vida”?), en lo que soy y en que siempre será exactamente lo que tenga que ser.

Esta no es una invitación a la ingenuidad ni al hipismo. Al contrario, lo es a la serenidad consciente. ¿En serio es tan importante tener todas las variables bajo control? Por lo pronto pienso que no, porque cada día que pasa me encuentro con más y más evidencias de que el control va por un canal distinto al de la felicidad, en el sentido de que una cosa no tiene nada que ver con la otra (piensa en cualquier sujeto controlador y dime, honestamente, si cambiarías tu vida por la de él porque él es más feliz… Tal vez sea más rico, pero, ¿más feliz?).

Así, la conclusión a la que he llegado hasta este momento es que debemos tener en relación con nosotros mismos la misma actitud indulgente y comprensiva que tenemos hacia los demás, de quienes no esperamos un sistema operativo a prueba de fallos, así que, por regla general, no les exigimos tanto como nos exige a cada uno de nosotros el carcelero interno con el que conversamos a todas horas.

Por lo pronto puedo concluir que hay una mina de bienestar en entender que somos humanos muy humanos y que sólo hasta ese preciso punto (hasta el límite exacto de nuestra naturaleza) nos es exigible un resultado.

¡Feliz día de la felicidad!!!

martes, 26 de febrero de 2013

Una Marca Personal que hace palpitar (de envidia y de amor): Jude Law




Acaba de cumplir 40. Actor, británico, rubio apacible: un verdadero ícono contemporáneo del encanto.

Jude Law es otra de mis marcas personales preferidas por el recuerdo tan fuerte que deja cada vez que aparece en escena y por el impacto sobrecogedor que causa cuando una foto suya se cruza al pasar las hojas de una revista. Al verlo dan ganas de jugar a ser, al menos por un rato, como él.

¿Por qué?

La respuesta en 12 razones y dos videos:


1. Siempre parece un poco desconcertado, pero nunca tiene un proceder errático

Pareciera que, aunque está atento a todo cuanto pasa a su alrededor, no alcanza a entender muy bien porqué pasa lo que está pasando y, sin embargo, siempre está en control de su situación. No titubea por ningún motivo.


2. Nunca parece suficientemente convencido de algo, ni siquiera de eso que lo está haciendo reír

Hasta cuando ríe con más ganas, pareciera que no quedó suficientemente convencido y que sigue guardando una parte de la celebración para sí. Sus risas son como condescendencias con el mundo.


3. Incluso en medio de escenas de peligro parece estar divirtiéndose

(¡¿Se necesita una explicación para entender por qué esa actitud es tan hipnóticamente atractiva?!)



4. Siempre se toma su tiempo

Hasta para levantar la mirada del suelo se concede un espacio, como si sus reflexiones fueran lo único que importa en el mundo.


5. Nunca está bien peinado

… Pero nunca está desprolijo. Por el contrario, es clarísimo que está intencionalmente despeinado.


6. Está serio, te mira a los ojos, sonríe medio incrédulo y… deja de sonreír

Esta sí es la más clásica; se llama reforzamiento intermitente y la premisa es así:Lograste hacerme sonreír un segundo. Si intentas más duro, tendrás otro poquito de eso que ya vi que te gustó tanto”. Listo.


7. Siempre parece saber demasiado de su interlocutor

Razón por la cual nunca dejará de estar en control de la situación y todos querrán ser como él o, cuando menos, estar junto a él.


8. Sus alegrías son bastante discretas pero muy muy intensas

Tal vez esa costumbre sea lo más envolvente de la aparente impavidez con que los ingleses acostumbran abordar el mundo. Su carácter flemático le hace parecer estar en control supremo de sus emociones, casi llegando al desapego.



9. Cuando no queda otro recurso del lenguaje se muerde los labios, luego de lo cual alza las cejas, rechazando cualquier posibilidad de culpa a su cargo

Sin palabras.


10. Incorpora movimientos femeninos y, sin embargo, su imagen no es afeminada

Esta es, quizás, la seña más contundente de su Marca Personal: Jude Law está muy muy muy consciente de su cuerpo delgado pero fuerte; de su cuello largo; de su sonrisa amplia, completa y alineada; de su mirada azul, así que se mueve, en –muchas- ocasiones, con la gracia de una mujer (si te fijas, los atributos físicos que enlisté bien podrían corresponder a la descripción de una mujer atractiva), sin perder el encanto original de un hombre.

Otra nota clave de su Marca consiste en preferir los azules, lavandas y grises en la ropa y los accesorios, dándose nuevamente un halo de feminidad sin poner en riesgo su sex-appeal masculino. Al contrario, esas elecciones terminan por reiterarlo.




11. Como Mastroianni, prefiere las Wayfarer de Ray-Ban

Les comparto esta reseña que hice para quienes quieren saber más de uno de los marcos de gafas de sol más trascendentales de la historia reciente:



12. Su contextura esbelta y sus rasgos perfilados lo hacen parecer vulnerable pero, a la vez, no parece necesitar nada de nadie

(Ahí está el secreto de su virilidad)

Finalmente, para que los caballeros aprendan –a escondidas, o no quedará nada de nuestra admiración- y las mujeres se diviertan, he seleccionado este par de video clips, luego de cuya reproducción quedará aún más claro el porqué de cada cosa que está anotada en este artículo:

Este es mi video favorito: Jude Law bajo la dirección de Guy Ritchie para la casa Dior. De infarto: Click aquí para ver el video No.1


Una selección de imágenes en movimiento de algunas de las películas más famosas de Law. A propósito, si les queda un tiempo, les recomiendo ver AlfieClick aquí para ver el video No.2


¡Seguimos haciendo girar cabezas!