Mostrando entradas con la etiqueta Imagen. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Imagen. Mostrar todas las entradas

viernes, 14 de noviembre de 2014

¿Cambiando de empleo o de posición? Urgente ajustar tu Marca Personal


Sea que estés a punto de asumir una nueva posición dentro de la compañía en la que trabajas actualmente o que estés buscando un nuevo empleo, es indispensable hacer un ajuste a tu Marca Personal. ¿La razón? simple: sin importar cuál sea el motivo del cambio, lo cierto es que necesitas comenzar a impactar en personas distintas a esas con las que te relacionabas habitualmente. Ten en cuenta que es verdad que tu antigua Marca Personal, si bien te trajo hasta este punto, ya hizo todo lo que podía hacer por ti. Es agotador (tanto para ti como para quienes te rodean) seguir tratando de vender el mismo cuento de siempre.

Tener una nueva forma de hacer presencia es clave (y piensa en esto todo el tiempo) porque tienes tres objetivos primordiales en cuanto a tu posicionamiento se refiere: que te noten, que te recuerden y que te prefieran.

En mi práctica profesional, tanto en los procesos individuales que acompaño en mi oficina como en las conversaciones que tengo con los asistentes al final de mis seminarios, he detectado cinco aspectos centrales que determinan una verdadera diferencia a la hora de desarrollar una Marca Personal memorable y son los que señalo a continuación:

1. Ten muy claro quién quieres ser (sin importar las circunstancias)

La característica que distingue tajantemente a las personas que se sienten exitosas de las personas que dicen haberse quedado a la mitad del camino, es que las primeras decidieron quiénes querían ser a pesar de lo que les estaba ocurriendo.

Siempre oímos cosas como “si no fuera madre de tres hijos tendría más tiempo”; “si no me hubieran despedido de aquel trabajo no habría terminado dedicándome a esto”; “si hubiera podido estudiar en otra universidad, tendría mejores contactos profesionales”; “si las personas de mi equipo de trabajo fueran más independientes, yo podría dedicarme a lo que es verdaderamente importante”; “cuánto desearía no tener que pasarme mi vida haciendo dinero para otro”; “si mi jefe fuera menos egoísta y me ayudara a conseguir el ascenso que merezco”… y así podría seguir con todas las quejas que recibo cada día.

Todos estos ejemplos que he citado corresponden a la forma de pensar propia de las personas reactivas: sí, a personas que sólo “reaccionan” a las cosas que les pasan pero que nunca toman una posición por cuenta propia; personas a las que les aterra ejercer su libre albedrío y prefieren pagar el precio de esconderse tras la fachada de la resignación que, aunque a los ojos un observador desprevenido pareciera ser una virtud, a la larga no es más que una forma sofisticada de victimización (de esto último me hizo caer en la cuenta mi médico fantástico en una reciente visita).

En la orilla opuesta a la de los reactivos se encuentra una población muy interesante: los proactivos o, dicho en otras palabras, las personas que viven en un estado mental de acuerdo con el cual entienden que son ellas (y sólo ellas) quienes eligen, primeramente, qué quieren para su vida y, a continuación, cómo van a responder a los desafíos de la cotidianidad de acuerdo con lo que han elegido ser, no importa qué (si te sientes identificado con este grupo de gente te aconsejo leer un clásico del liderazgo: “Los siete hábitos de la gente altamente efectiva”, del Dr. Stephen Covey).

En cuanto a tu nueva Marca Personal se refiere, tener claro quién quieres ser en lugar de estar pensando apenas en quién puedes ser es de la mayor utilidad porque: (i) te evita presentarte a convocatorias de trabajos frustrantes o que, incluso, representarían un acto de traición a tus sueños; (ii) te da una mayor flexibilidad, ya que siendo lo importante encontrar una ocupación que te permita ser la persona que has decidido ser, el “cómo” pasa a un segundo plano (te liberas de entelequias confusas como esa del tal “trabajo ideal”); (iii) te vuelve automáticamente más enfocado y más creativo ya que tu propósito fundamental va a ser encontrar la manera de llevar a cabo tu plan superior de vida, dejando atrás la pálida idea de pasar los días sólo tratando de sobrevivir.

2. ¿Comenzaron a imitarte? ¡Fantástico!
Pero es hora de innovar.
Urgente.

Los coaches ejecutivos sabemos muy bien que en la curva del éxito profesional hay un momento en el que el crecimiento se dispara y tenemos una explosión inusitada y sucesiva de triunfos. Sabemos, igualmente, que cuando esto pasa, lo que tienes que hacer es explotar esa característica por la cual te están buscando tanto (o que te está haciendo tan exitoso). Aprovecha, aprovecha, aprovecha… hasta cuando comiencen a imitarte.

En cuanto detectes imitadores importantes (porque impostores de mediopelo hay en todas partes pero no te dejes distraer por éstos), sabrás que ha llegado la hora de innovar: es el momento de ajustar tu Marca Personal, de crear otro producto o de aparecer con alguna propuesta novedosa. Si reinventarse no fuera tan importante, ¿por qué crees que una marca tan fuerte como Coca-Cola siempre está no sólo haciendo publicidad sino que aparece cada vez con propuestas más  ocurrentes? Precisamente por esta razón: la consigna es “innovar o desaparecer”.

3. La pasión: un aliado poderoso o un enemigo letal


Piensa en la actitud con la que estás asumiendo tu nuevo reto laboral y contesta: ¿Sólo actúas con pasión cuando estás enamorado o cuando se te sale el niño interior?

lunes, 17 de diciembre de 2012

Qué no comprar para el atuendo navideño






Como es apenas justo, en medio de la compra de los regalos de diciembre solemos incluir un par de prendas de vestir para nosotros. Y, como he visto más de una fortuna malgastada en cosas poco halagadoras, combinaciones de colores disfuncionales o prendas sueltas que no tienen nada que ver con el resto del armario, pero que denotan un claro esfuerzo por tratar de innovar, voy a resumir a continuación qué cosas no elegir por ningún motivo (porque el daño a la imagen está garantizado) y con cuáles se va a la fija, para que cada quien se divierta diseñando su estilo sin arriesgar demasiado.

Las compras, paso a paso

Ir de compras, sobretodo en diciembre, cuando en este lado del planeta destinamos gran parte del presupuesto en regalos para nuestros allegados, debe ser un proceso que comience en casa, si queremos hacer inversiones inteligentes.

Como primera medida hay que revisar el clóset para establecer, a ciencia cierta, qué tengo, qué me hace falta, qué tengo repetido y, lo más importante: qué me gustaría tener. (La expresión contemporánea “aspiracional” no es exactamente mi palabra favorita, pero es inevitable tener en cuenta que la moda es, de por sí, bastante “aspiracional”, así que lo que “me gustaría tener” es algo que hay que tomar en consideración –incluso si al final hay que descartarlo).

Hay que confirmar que los básicos (una camisa blanca de abotonar, un pantalón negro, un par de jeans decentes, una camiseta blanca, un buen blazer, etc., -los infaltables) todavía estén en buen estado; de lo contrario, conviene comenzar por remplazarlos. Hay que ver qué colores y qué materiales (telas, tejidos) predominan en el guardarropa y tenerlos en mente para saber, ya estando en el almacén, con qué pieza nueva puedo hacer una buena combinación.

En segundo lugar, antes de pensar en el efecto adelgazante de los colores, en cuál es la última moda en las pasarelas, en qué llevaba puesto el modelo de la revista o en qué es lo que usa mi mejor amigo que se le ve tan bien, conviene que te preguntes: ¿qué quiero proyectar con mi atuendo?, ¿qué quiero experimentar cuando me vista?

Aunque estas preguntas parezcan un poquito cursis por el modo en que están formuladas, en realidad son de la mayor importancia. Si ya me cansé de tener el look de secretaria de los 80’s; si ya no quiero verme como un rebelde sin causa; si ya no necesito aparentar tener más edad de la que tengo porque la gente ya me toma en serio; si ya entendí que no tengo que verme más sexy que mi hija de 20 años; si quiero renovar mis contactos profesionales viéndome como un tipo exitoso de mediana edad, etc., cualquiera, cualquiera de esos propósitos exige un rato de reflexión antes de ir al comercio para evitar ser presa de algún buen vendedor.

Es tan cierto lo que te digo que, si no fuera así, no tendrías esos rincones oscuros del armario: hay muchísimas prendas que compramos “por inercia”; porque pensamos que son las que nos están bien; porque nos parecieron bonitas aunque en realidad no tenemos la ocasión para usarlas… Pues, como por cada cosa hay que pagar un precio, y el propósito es que no malgastes esa parte del presupuesto que destinaste para ti, contestar las preguntas que te hago viene siendo un paso inevitable.

En tercer lugar hay que tener en cuenta, ahora sí, los factores objetivos que te definen como la edad, el género, el color de la piel, el peso, la forma de tu cuerpo (lo primero es mirarte al espejo y saber, sin engaños, dónde concentras el mayor volumen corporal y qué partes son las más delgadas –es posible que sólo las muñecas sean delgadas; no importa. Hay que tener clarísimo el panorama), a qué te dedicas. En algunas ocasiones también hay que tener en cuenta a qué te quieres dedicar el año que viene

Como cada caso es distinto, aquí van los tips generales de supervivencia en materia de estilo.

Qué no hacer por nada del mundo

  • Estas son las combinaciones de colores que, por norma general (salvo algunas excepciones que nos tomaría mucho tiempo desarrollar aquí, pero que, faltaba más, quedan a tu criterio), te conviene evitar: negro + marrón oscuro; negro + azul oscuro; vino tinto (borgoña) + amarillo mostaza; amarillo + verde o amarillo + morado (esas dos combinaciones fueron consideradas audaces hace algunos años, pero ya no van más); verde oliva + verde manzana o verde oliva + verde esmeralda; gris + zapatos amarillo quemado (como color maní. En las calles vemos muchos señores intentando copiar el look de gangster italiano usando esos colores… Sí se puede, pero la cosa no es tan sencilla).


  • Los señores deben evitar usar pantalones negros con camisa roja, de la tela que sea.


  • No combinar: camisa de cuadros + pantalón de rayas. Blusa de flores + pantalón de flores. El mensaje es que procures equilibrar los estampados.


  • No combinar: cinturón marrón + zapatos negros + estuche para el celular de colgar en el cinturón en otro color (en tanto te sea posible, esto último no lo uses nunca. Gracias).


  • No usar: blusa roja + cartera roja, por ejemplo, si no son exactamente del mismo color. Cuando los tonos no coinciden rigurosamente, es mejor hacer un contraste con otro tono totalmente distinto.


  • No usar: jeans + los zapatos de usar con el vestido de saco y corbata.


  • Cancelado: camisetas blancas de cuello redondo que se asoman por la “V” de la camisa de abotonar que llevas encima. Si consideras indispensable usar la camiseta debajo, busca una con el cuello en “V” que no se asome por ningún motivo. (Así evitas verte “tibio”)


  • No usar: camiseta de cuello redondo por dentro de los jeans + cinturón de cuero. Esas camisetas van por fuera y listo. Nunca con pantalones formales, ¿cierto?


  • En los señores, hay que prestar especial atención a que la camisa sea de la talla correcta. Cuando la camisa es más pequeña (sea porque el puño no cubre la muñeca o porque el botón de la cintura tiene que trabajar muy duro), el resultado es poco favorecedor y nunca, por ningún motivo, se verán más jóvenes ni más esbeltos por usar la ropa más pequeña.


  • En las mujeres hay que asegurarse de que los pantalones tengan la pretina a la altura correcta (que no sean de corte muy bajo si la dimensión de la cadera no lo aconseja) y que no aprieten por debajo de la cintura para no hacer aparecer protuberancias que en realidad no tenemos pero que nos las crea el pantalón de la talla equivocada.


  • Que los señores eviten usar camisas color beige o “café con leche”, aunque el vendedor les diga que “es el color que combina perfecto con el marrón de los pantalones”. Como la camisa es lo que tenemos más cerca de la cara, el color que vaya ahí tiene que tener el efecto de “iluminar”; no de hacernos ver como pacientes hepáticos.


  • Señores, por ningún motivo: camisa de abotonar negra + pantalones negros + zapatos color miel.



Los tips para acertar

  • En lugar de comprar varias cositas sueltas –generalmente porque están en promoción-, visualiza una “pinta” completa desde la casa y sal a buscarla. Invierte en un look completo aunque vuelvas a tu casa con menos bolsas que cuando sales a cazar descuentos.


  • No compres cosas pensando “esto me servirá cuando esté de crucero por las Bahamas”, de no ser porque en realidad te vas de crucero por las Bahamas. En otras palabras, no compres cosas que no necesitas, pensando con el deseo.


  • Ve con tiempo y pruébate estilos que no has usado antes. Es posible que confirmes que, en efecto, no te quedan bien… pero también es posible que te lleves una sorpresa y renueves tu imagen en una misma tarde de compras.


  • Si no te gusta el estilo del vendedor que te atiende en el almacén, inventa alguna excusa para hacer que te atienda otra persona. De lo contrario ese vendedor, de buena fe, te va a aconsejar que te vistas como él… (Sigue tu instinto).


  • En caso de duda, opta por las combinaciones de color tradicionales: azul oscuro + azul celeste; azul + blanco; caqui +  verde oliva; gris oscuro + gris claro; gris oscuro + púrpura (berenjena); lavanda + azul oscuro etc. (A veces basta dar un vistazo a las vitrinas antes de elegir. Los almacenes serios generalmente cuentan con un asesor de imagen para diseñar la exhibición).


  • Los señores que le quieren apostar a la sofisticación se verán muy bien con camisas lavanda, azul claro, rosado claro.


Como la extensión de este artículo ya debe haber superado el límite de la paciencia de muchos lectores, me veo en la necesidad de interrumpir mis consejos aquí, no sin antes reiterar que, en materia de estilo, son más las cosas que sí se pueden hacer que las que no.

Quise enfocarme en lo que se debe evitar para asegurarme de resolver, al menos, las dudas más frecuentes; así que si se observan esos consejos básicos, la posibilidad de verse disfrazado o fuera de lugar es muy bajita. Por el contrario, les auguro una imagen bastante más encantadora que de costumbre.

¡Felices compras!


Imágenes: Es más; Dreamstime.

jueves, 6 de diciembre de 2012

Estado mental femenino: Clímax con Taches






Desde la década de los 80’s las mujeres hemos tenido nuestras “oleadas de taches” (“estoperoles” o “studs”). Ahora mismo estamos en medio de una y esa es mi propuesta de la temporada: que le devuelvas la dignidad a esa cartera de taches olvidada en el fondo del clóset o que reúnas la actitud para comprarte una pieza.

Anoche estuve en una fiesta  -qué fiesta-  de creativos de producción audiovisual y ¡los taches eran la sensación!

Ahora mismo encontrarás de todo en las vitrinas con aplicaciones de metal: blusas, tops, chaquetas (de cuero y en tweed –que es un material que permite seguir la tendencia a más bajas revoluciones), ballerinas, zapatos de tacón, corsés, todo, todo, todo.

Naturalmente, hay unas reglas que hay que seguir para que te veas regia y no como si te hubieras disfrazado de La Reina del Glam:

-       NO te vistas de pies a cabeza con estoperoles. Ensaya máximo dos cosas: cinturón + zapatos; chaqueta + cartera de mano; pantalones + zapatos de tacón con taches en el talón o en la punta; bolso grande de día + un poquito en el top debajo de la chaqueta.

Ojo: si elegiste un corsé con taches, detente ahí: esa pieza es de por sí suficientemente llamativa, así que mejor no uses el metal en otra.

-       Si es la primera vez que vas a usar taches y no te sientes muy segura, evita las prendas negras porque el contraste es muy fuerte. Prueba con unos zapatos planos en color nude (piel) que tengan ese detalle o con una cartera de mano pequeña (con un clutch).

-       Si vas a llevar una chaqueta negra de cuero con taches (bastante demandante de actitud, por cierto), NO uses rosado en el maquillaje y menos en los labios. Combina la chaqueta con jeans oscuros o con pantalones negros para no verte excesivamente “de fiesta”.

-       La tendencia derrite a mujeres de todas las edades. Las más grandes se ven muy bien con zapatos planos o bolsos de día con taches. Con más de 55 años (la apariencia según la edad es muy relativa; sobretodo ahora. Escogí “55 años” por dar un parámetro más o menos objetivo), es mejor evitar las chaquetas con esos apliques.

-       Para disparar el estilo en la oficina, taches (pocos) en una sola parte: los hombros de la chaqueta.

-       Pulseras o anillos del mismo estilo son otra opción de llevar la tendencia.

-       Evita la mezcla de taches + colores neón porque, como lo hemos mencionado en otras veces, puedes resultar llamando la atención por las razones equivocadas.

Por cierto, los colores de neón irrumpieron brevemente a mitad de año, pero fue una aparición realmente fugaz. Si todavía tienes cosas de ese color circulando, considera seriamente volver a ponerlas en el cajón y esperar al siguiente arrebato en unos meses.

¡Feliz comienzo de diciembre, chicas!


Créditos: Miss Vintage, Dafiti, Fashion Fever, Bess NYC, Stalk Buy Love, The Teenie Weenie Blog, JLo, The Examiner, Helene’s Wardrobe.


lunes, 22 de octubre de 2012

Tip de encanto No.2: Mantén las mañas bajo control






Maña es la palabra más fea y a la vez más descriptiva que encontré para designar los hábitos indeseables que pueden pulverizar tu Marca Personal o hacer que se destaque por las razones incorrectas, como le ocurrió al presidente de la República Checa, Václav Klaus (click aquí), en su visita al presidente Sebastián Piñera en Chile, no sé si en un descuido de su imagen o en medio de alguna compulsión pisquiátrica.

Todos tenemos mañas; unas más confesables que otras. Lo cierto es que costumbres como inspeccionar cavidades anatómicas en público, llevarnos cosas que no nos pertenecen, hacer ruidos pasando aire entre los dientes, dar golpecitos a la mesa con el bolígrafo (con o sin ritmo, es igual de molesto), arreglarnos compulsivamente el pelo, las gafas, etc., hacer tronar las coyunturas de los dedos, comer todas las cosas con la cuchara de la sopa, etcétera, deben permanecer bajo estricto control, si no todo el tiempo, por lo menos mientras dure tu exposición en público ante personas que no son de tu absoluta confianza (y que se han resignado ya al espectáculo).

Desde el punto de vista del Personal Branding, el arte de encantar precisa estudio, disciplina y, a veces, una dosis de histrionismo.


Imagen: Definición ABC

jueves, 6 de septiembre de 2012

Saliendo del cascarón: superar las Causales Para Verse Mal





En la columna anterior (“Cuando verse mal se convierte en vicio”) nos referimos a los cinco patrones que generalmente explican las razones más importantes por las cuales muchos de nosotros hemos pasado períodos oscuros, viéndonos mal un día tras otro.



Al cabo de la explicación de cada una de las Causales señalé enfáticamente que no existe ninguna razón para que te sientas desolado o hundido en una imagen que no escogiste, que nunca hubieras querido para ti pero que, sin embargo, es la que tienes actualmente. En efecto, no hay de qué preocuparse, porque cada una tiene su solución, como vamos a ver en breve.



Lo primero que debes tener en cuenta es que el hecho de que lleves años usando un mismo estilo (por el cual, probablemente, te identifiquen en este momento), no quiere decir jamás que estés en la obligación de verte igual siempre. Tampoco debes caer en el error de pensar que manteniendo la misma imagen vas a mantener un placentero bajo perfil que te saque del radar de los demás. ¿A quién quieres engañar?



Lo que, en cambio, sí necesitas saber (o al menos comenzar a considerar), es que tú y sólo tú puedes decidir cómo quieres que te vean las otras personas y, yendo mucho más allá, debes ser consciente de que tienes el poder de decidir cada mañana quién quieres ser en el día que comienza. En fin y al cabo, nadie vive tu vida por ti; sólo tú sabes la incomodidad que se siente cuando piensas que podrías verte mejor y que, sin embargo, no haces nada al respecto. Esa ya es una legitimación suficiente para hacer el cambio que quieres sin importar lo que piensen los demás, ¿no te parece?



Las razones por las cuales se incurre en cualquiera de las Causales Para Verse Mal pueden ser muchas y de distinta naturaleza. Sin embargo, la más frecuente (y el fenómeno es más recurrente en mujeres nacidas antes de 1970), es que en algún momento del principio de su edad adulta encontraron un peinado, un estilo de maquillaje o una paleta de colores que tuvo gran acogida entre sus amigos y luego no se atrevieron a salir de ella por el temor a que el cambio no causara el mismo impacto positivo (si estás ahí, no tienes de qué preocuparte; no eres la única persona a la que le pasa esto: los seres humanos muchas veces actuamos, erróneamente, animados por el miedo a equivocarnos y otras tantas por el miedo a no ser recompensados; a que no se nos felicite).



Lo cierto es que comenzar a sentirte cómodo contigo mismo ya no da espera y sólo tienes que seguir unas reglas muy sencillas. Naturalmente, cada caso es especial y el plan de fondo varía en su diseño para cada persona pero, teniendo en cuenta que no te estoy viendo de frente, por lo pronto te puedo dar los tips que me han funcionado en la mayoría de las Intervenciones Profundas de Imagen:



1.    Ubica en las revistas, en los periódicos o entre tus amigos, las personas que admiras por la imagen que proyectan y analiza detenidamente qué es lo que hace que luzcan tan bien. (Este paso puede tomar un par de semanas o más. Ve con calma. Se trata de un trabajo serio de observación analítica).



2.    Una mañana de domingo, en la soledad del baño de tu casa (para asegurarnos de dos cosas: primero, que nadie va a irrumpir en la escena –en algún punto te verás chistoso y no es la idea que alguien más te vea así- y, segundo, que vas a tener la cara y el pelo limpios, sin haberte hecho el mismo peinado –o maquillaje, afeitado, etc.- de siempre), ensaya los estilos que hayas observado previamente en quienes admiras.



Es importante que te programes emocionalmente para hacer este experimento una y otra vez. Con un solo intento no basta: esos looks tan admirables que elegiste son el fruto del esfuerzo (y del “ensayo/error”) de quienes los llevan, ¡no creas que llegar a ese punto ha sido tan fácil!



3.    Ve a un almacén grande de ropa (que no sea una boutique pequeñita, con la señorita siempre junto a ti, diciéndote que todo lo que te pruebas te queda bien con tal de recibir su comisión) y oblígate a escoger cinco prendas con estilos y colores distintos (¡distintos a lo que ya usas y distintas entre sí! –no importa si de entrada no te gustan tanto; ¡estamos ensayando!-), que jamás pensarías que te pudieran quedar bien. Camina al probador con la mejor actitud posible (si no, nada, en serio, nada, se verá bonito).



Es posible que, a pesar de que la ropa sea de tu talla, de verdad no te favorezca en absoluto, pero, ¿qué tal que sí? ¡Regálate una de las finalistas!



4.    En una mañana de día hábil (no lo hagas desde la noche anterior: un ingrediente indispensable para este ejercicio es la energía de la mañana), ponte frente al clóset y piensa: “Si hoy tuviera que verme como… (gerente, persona de negocios, artista, estrella de cine, alguien más joven, ¡lo que quieras! –pero que te guste, obvio-), ¿qué me pondría?”



Todos tenemos en el guardarropa piezas de varios estilos que podrían funcionar para cualquiera de los perfiles que mencioné. Haz este ejercicio sin miedo. De todas formas las piezas van a salir de tu ropero. Tú las elegiste cuando las compraste, de modo que no es posible que parezca que te has disfrazado.



Y si en la oficina (o donde sea que vayas) te preguntan con picardía que a qué se debe la especialidad, responde cualquier cosa sencilla (“ah, ¡te diste cuenta!”; lo que sea, pero que no suene a disculpa o a explicación; eso es clave), sonríe y sigue en lo que estás haciendo. Es tu experimento. Punto.



5.    Si lo que te gusta es romper las reglas porque no soportas que la prensa te diga cómo te tienes que vestir, está perfecto. Sólo trata una cosa: mira con detenimiento si ese estilo que escogiste en particular realmente te favorece o si, por ejemplo, deberías usar otra combinación de colores o una talla más grande o más pequeña; o si te verías mejor, en el caso de las mujeres, con el pelo recogido o con un poco menos de maquillaje, y en el de los señores, con la cara afeitada o con la barba más cuidada, etc. El lema para ti es que irreverente no signifique descuidado.



¡Buena suerte y hasta el próximo jueves!

lunes, 3 de septiembre de 2012

¡A reinventarnos!


Lunes 3 de septiembre de 2012



La consigna del momento es “¡Reinventarse!


Sin embargo, no se trata de un propósito fácil: el bombardeo de información disímil que recibimos diariamente de los medios que se ocupan de la moda, nos pueden hacer perder la claridad por momentos, ya que muchas veces es incluso contradictoria. La idea, entonces, es que procures hacer un enlace armónico de las tendencias que te gustan y con las que te identificas más.


Preservar la armonía en el concepto de los detalles que componen tu imagen es esencial para que consolides tu sello personal. No tienes que casarte con un color, con un material o con un estilo en particular. Sólo procura armonizar (hacer un uso concordante de) las cosas que te gustan.


¿Mi sugerencia de lunes para ellas? Los encajes (pero bien administrados, ¿no? Las prendas de encaje se deben usar con suma moderación para ir a la oficina –donde no quieres llamar la atención por las razones equivocadas-. Pero atrévete a llevar un top de encaje, por ejemplo). El cuero negro también es un excelente complemento.


¿Y para ellos? Un audaz look dandy con corbatas más angostas de lo común (en cuanto al ancho de la corbata se refiere, el límite está determinado por el peso: a menor peso menor puede ser ancho de la corbata. Los señores de silueta más corpulenta deben evitar las corbatas muy delgadas porque se verán menos elegantes y con volumen extra).


Imagen: La Gerencia

martes, 28 de agosto de 2012

Cuando verse mal se convierte en vicio




Parece poco probable, a simple vista, que alguien quiera deliberadamente verse mal; que las elecciones que haga cada mañana en relación con la forma como se verá el resto del día lo lleven a verse feo, anacrónico o desprolijo.
Parece poco probable, pero la verdad es que “decidir verse mal” es un fenómeno que cada vez se difunde más y más entre las personas que sintieron que ya no fueron capaces de seguir los dictados de la moda; que concluyeron que no tienen las medidas que aparentemente hay que tener para verse bien o que, sencillamente, se dieron por vencidas en la batalla diaria que tenemos que dar todos por sentirnos satisfechos con lo que vemos en el espejo o, al menos, por comenzar a reconciliarnos con nuestro reflejo.
Y la verdad es que es más fácil caer en esa mala costumbre que escapar de ella, porque aquello a lo que nos referimos de forma genérica cuando hablamos de “vernos bien” implica la disciplina de hacer un ejercicio consciente cada mañana, primero frente al clóset, luego frente al espejo, tomando decisiones inteligentes que pongan a la ropa y a los accesorios a trabajar para nosotros.
A continuación expongo los segmentos de personas y las razones más frecuentes (sin pasar a las de orden psiquiátrico, que escapan a los propósitos de este artículo, por evidentes razones), por las cuales muchos terminan rodando por esa espiral descendente, que se transforma fácilmente en un vicio: el de creerse feo, para terminar volviéndose y viéndose feo.
1.     Personas que llevan años viéndose de una misma forma y tienen miedo de experimentar nuevas tendencias. Ante la posibilidad de sentir que hacen el ridículo o de sentir la desaprobación por intentar algo distinto en su apariencia, prefieren “especializarse en verse mal”, para que no haya dudas.
Los integrantes de este grupo creen, equivocadamente, que de esta forma se están “blindando” de los comentarios, llevando a cuestas una apariencia tan decididamente desvencijada, que es “a prueba de críticas”; apostando a que si se nota que ellos decidieron verse tan manifiestamente mal, ya no hay nada que se les pueda decir.

2.     Personas que viven guardando su ropa bonita o su ropa favorita “para cuando haya una ocasión especial
Este es un caso de mayor ocurrencia entre las mujeres, por varios factores inherentes a su condición: son más soñadoras (viven esperando por la noche en que el príncipe azul que las invite a comer en el lugar más romántico del mundo, a la orilla del mar, obviando el hecho de que viven a 700 kilómetros de la playa); tienen muy arraigado el sentido del ahorro y de la previsión a largo plazo (“si me quedo sin trabajo – [o la opción que aplique]: si mi marido se enoja conmigo y no me da el dinero; si se acaban mis ahorros, etc.- y ya no puedo comprarme algo bonito, al menos sé que tendré esto en buen estado”); no consideran merecer ponerse algo especial cada día y se sienten culpables si lo hacen sin una razón aparente… En fin, las razones son innumerables, pero lo cierto es que son muchísimos (hombres incluidos –y a veces por las mismas razones que las mujeres-) quienes eligen tristemente verse mal cada día, en pos de una circunstancia tan improbable, que se llama así: “ocasión especial”.
3.     Personas que piensan que la ropa bonita o “a la moda” es un privilegio de pocos porque es muy costosa
No existe una creencia más falsa que esa. No hay duda de que las vitrinas de las grandes casas de moda están adornadas con prendas que, además de ser bonitas, son invariablemente caras. Pero no olvidemos que, aunque tenga más publicidad, la alta costura sólo representa un pequeño margen de la oferta del mercado textil.
Un síntoma muy frecuente en este sector de la población que se rige en sus elecciones diarias bajo la premisa equivocada de que sólo hay ropa linda en las boutiques más exclusivas, es que casi siempre terminan llenando sus armarios de piezas “básicas” que impiden dar un sello personal a su apariencia.
Generalmente, las personas de este grupo suelen ser amantes (locas) de las promociones y sienten una indescriptible satisfacción al “ir de compras” y volver a casa con dos bolsas enormes, llenas de ropa que en fin no dice nada sobre quien las usa ni les favorece en lo más mínimo.

4.     Personas que sin haber intentado un estilo o un color, dan por descontado que no les va; que no les queda bien
En este segmento participan indistintamente hombres y mujeres de todas las edades, que se autoproclaman como “de corte clásico”, en procura de justificar (generalmente ante sí mismos, luego ante sus parejas, después frente a sus hijos y así, sucesivamente), su falta de iniciativa y de curiosidad por conocer otras versiones de su imagen.
Aluden a su membresía al Club de los de Estilo Clásico como si se tratara de un salvoconducto, que tiene el efecto mágico que hacer que su chaleco de rombos verdes y marrones (que renuevan en el mismo almacén de tejidos cada vez que el actual se llena de motas) sea una de aquellas “prendas atemporales”, como el smoking de Yves Saint-Laurent.
5.     Personas que por haberse dedicado a la contravención sistemática de los códigos de vestuario buscando proyectar originalidad, terminan perdiéndose de prendas y tendencias originales, bonitas y favorecedoras.
Esta es una tendencia bastante más notoria entre los adolescentes quienes, luchando incansable (y paradójicamente) por distinguirse de los demás, acaban uniformándose con los amigos. Sin embargo, nos referiremos por lo pronto de los adultos que en lugar de definir su estilo personal con espíritu transgresor (que es, en realidad, tan refrescante a la vista cuando es llevado con ingenio –y que, entre otras, catapultó a la fama a personajes que se consagraron como genios de la moda, como fue el caso de John Galliano-), se pasan al bando de los que niegan por completo su vanidad, hasta perder el respeto por su persona, en un afán innecesario por demostrar su desprecio absoluto por la superficialidad.
Estos son, pues, los cinco patrones que más frecuentemente enmarcan el esquema mental de quienes han decidido participar en sus círculos sociales, profesionales o académicos con la imagen menos favorable de sí mismos. No nos hemos referido a quienes, queriendo acertar, siguen tomando decisiones equivocadas en relación con su atuendo, ya que esa es una hipótesis totalmente distinta.
Lo que me gustaría en el día de hoy, si sientes que estás encerrado en alguno de estos grupos, es transmitirte un mensaje de tranquilidad, ya que ¡muchos de nosotros hemos hecho parte de uno o de varios de ellos! ¿Por qué digo que puedes estar tranquilo? porque cada una de las Causales Para Verse Mal tiene una solución y, por lo general, llevar a cabo el plan es muy divertido.
Pero, ¡atención!: nada de lo que se ha señalado hasta aquí excluye la posibilidad de que haya días (y todos tenemos de esos días) en los que nos sentimos tan mal, pero tan mal (o tan aburridos), que intencionalmente escogemos la ropa más deprimente de nuestro armario para ahondar en el estado depresivo en que nos encontramos (como queriendo vivir la crisis con más intensidad).
Independientemente de esos días grises, lo cierto es que, como has visto, no existe ninguna razón valedera (recuerda que excluimos al principio de estas reflexiones las causas de orden patológico, que son muy distintas) para que, pudiendo optar por resaltar las cualidades que más te gustan de tu cuerpo, o, inclusive, tus rasgos más característicos (como lo hizo de forma tan memorable Frida Kahlo), sigas tratando –infructuosamente- de pasar desapercibido (si respiras, no tienes esa posibilidad), en lugar de optar por ser recordado de una forma positiva, con una imagen que reitere tu carácter y que, sobretodo, te resulte halagadora y te estimule a hacer el mismo ejercicio día tras día, hasta adquirir el vicio (ok: el hábito) de verte bien; de proyectar una imagen que te satisfaga.


Imagen: Circula Seguro