“Leyendo tus artículos pensé en las personas que además de su ropa,
suelen habituarse a soportar situaciones en las que no se sienten cómodas: sus
matrimonios y sus trabajos, por mencionar algunas, entonces, ¿Cuándo decir NO
MÁS? Cuándo son ganas de quejarse de un desagradecido inconforme, y cuándo
realmente estamos amargándonos por no tener el valor de parar y buscar un
cambio definitivo... ¿Qué tanto esperar? Cómo saber si son ganas de joder, o
miedo de cambiar. Personalmente, creo que la "comodidad" es una
especie de principio rector que puede ser un bonito fin en la vida… pero esa es
sólo mi opinión. Te agradecería mucho si consideraras escribir al respecto”.
David, Bogotá.
Querido David,
Por como está concebida la dinámica
de la vida, hay que saber que por regla general tenemos que pagar un precio por las cosas (por tener una compañía;
por percibir ciertos ingresos; por vernos de una forma o de otra, etc.). El
primer mecanismo para detectar cuándo es imperativo decir “no más” y comenzar a
cambiar, es preguntarnos: “¿cuál es el precio que pago por esto?”, porque si
bien es cierto que tenemos que pagar un precio, también lo es que no tenemos porqué pagar cualquier
precio. Por nada.
Primero tienes que establecer
cuáles son tus prioridades. Segundo, pasa a determinar si realmente las estás satisfaciendo o no. En caso positivo, analiza de qué forma complaces ese aspecto que
te interesa. En cuarto lugar, piensa: “¿el precio que pago es razonable y proporcional al beneficio que recibo?”. En quinto lugar (y aquí
comienza el desafío) pregúntate si estás
llegando al punto de traicionarte
por tener esa cosa que te interesa. La transgresión sistemática; el
desconocimiento de tus convicciones fundamentales viene siendo el límite que no
hay que pasar.
¿Cómo saber si el medio que estás
empleando es proporcional al fin que persigues? Los abogados nos formulamos
tres preguntas esenciales en casos así, que aplican también en esta oportunidad:
1. ¿El
medio que escogí para satisfacer X
prioridad es el adecuado para llegar a ese fin?
2. ¿Es
indispensable acudir a este medio para complacer este aspecto de mi vida? (o
dicho en otras palabras: ¿no hay otro medio que me pueda llevar al mismo sitio sin
exigir tanto sacrificio de mi parte?)
3. ¿El
anhelo que satisfago de esta manera me implica renunciar a otros aspectos de mi
vida igualmente importantes?
Como las respuestas no son
predecibles en ningún caso, cada uno debe ir sacando sus propias conclusiones
de acuerdo con lo que esté dispuesto a
hacer por obtener ese “algo”. En
el fondo todos sabemos cuándo necesitamos cambiar. Este test constituiría tan
sólo una razón adicional, porque la intuición siempre suele quedar en evidencia
cuando las respuestas son sinceras.
Ahora, bien, el caso del “desagradecido
inconforme” que mencionas -tan ingeniosamente- en tu carta es bastante común
(hace tres días, precisamente, atendí un asunto de esa naturaleza). Para evitar
ser uno de ellos hay que entender, como primera medida, que nada que sea
externo a ti mismo te puede parecer perfecto a largo plazo. Nada. Imposible. Si
está por fuera de ti, estará determinado por la voluntad de alguien más, con su
autonomía, sus creencias, su formación, sus reglas, etc.
Los “desagradecidos inconformes”
tienen en común la imposibilidad de disfrutar las cosas cuando les están
pasando. Estos personajes siempre tienen la cabeza en otra parte y siempre
están idealizando aquello que no tienen. Si están comiendo esto, quisieran
estar probando aquello y hasta le ponen bondades extra a eso que no tienen ahora mismo. Si su novia es morena,
suspiran por cada rubia que pasa...
Esa, me temo, es una forma de ser
que sólo se corrige por una de dos vías: o la vida se encarga de arrebatarte desgarradoramente
las cosas para que aprendas a valorar lo que tienes cuando lo tienes (incluso
lo malo, si eres capaz de aprender en medio de la adversidad), o te cansas de
sentirte miserable todo el tiempo y tomas
la determinación de ser de otra
manera.
“¿Qué tanto esperar para cambiar?”
No hay un parámetro objetivo. Lo primero es tomar consciencia de lo inútil que
es pagar un precio desproporcionado por cualquier cosa. Cuando hayas hecho eso –y
nunca antes-, sabrás que ha llegado tu
momento. A propósito, es importante esperar: si arrebatas los cambios te pueden
quedar lecciones sin aprender y por el camino te puede faltar la fuerza (la
motivación genuina) para llevar a cabo tu plan. Mejor dicho: si haces las cosas
antes de tiempo, es posible que te pase que “te metas y no aguantes”.
¿“Cómo saber si son ganas de ‘molestar’, o miedo de cambiar”? Son ganas de molestar cuando el ideal que
tienes en la cabeza no es realizable o no es congruente con el resto de las
dimensiones de tu vida. Son ganas de molestar cuando empiezas a querer cosas
que no dependen de ti o cuando en realidad no estás seguro de si estarías
satisfecho en caso de llegar a cambiar. Si no es así, es miedo y sólo miedo.
Finalmente, sí, mantenerte en una
zona de confort es un estilo de vida válido… pero siendo sincera es algo que no
aconsejaría a nadie porque me parece muy triste desperdiciar la única
oportunidad que tenemos de hacer algo memorable con nosotros mismos quedándonos
anquilosados en el rinconcito en que la vida nos ponga. No hay que hacer nada
excepcional, pero la idea sí es poder sentir, cuando tengamos muchísimos años,
que la nuestra fue una vida feliz.
Imagen: utp.ac.pa

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