jueves, 20 de septiembre de 2012

Seis consejos básicos de etiqueta y protocolo corporativo








En todos los ámbitos sociales en que nos desarrollamos es indispensable que observes algunos códigos básicos de conducta que te permitirán fluir más fácilmente entre las demás personas, aumentando tu carisma personal.

En el mundo corporativo y empresarial esta necesidad se acentúa muchísimo más, por dos factores, básicamente: (i) todo el tiempo te estás vendiendo, proyectando tu imagen profesional ante colegas, superiores y otras firmas (cazatalentos incluidas) que se pueden interesar en tus habilidades; (ii) como dijo tan acertadamente El Padrino, “no es nada personal; son negocios”: cuando trabajas para una organización, no sólo importa que hagas bien lo que tienes que hacer, sino que al hacerlo proyectes una imagen seria, exitosa y confiable, ya que en la práctica estás representado a toda una empresa en una conversación de un minuto con ese cliente.

Este es un tema prácticamente inagotable, pero para empezar te dejo estos tips:

-       Para entablar una conversación con cualquier persona con la que coincidas en el ámbito profesional, no importa si es de tu misma edad o incluso menor, usa siempre siempre siempre el pronombre “Usted”.

¡Sácate ya mismo de la cabeza que referirse a alguien como “Usted” marca distancia en términos jerárquicos! Por el contrario, el uso de ese pronombre sólo denota consideración y respeto. Además, dispara el estilo profesional.

Y funciona igual cuando es al revés: por favor, deja de tomar como una ofensa que se refieran a ti en tercera persona… Mejor súbete al tren de los que se desenvuelven con el Lenguaje Empresarial, sonríe y listo.

-       Cómo usar correctamente “señor”, “señora”; “don”, “doña”

Aquí va la regla de oro: cuando usas “señor”, dices el apellido. Cuando usas “don”, dices el nombre.

Pensemos en el caso de una señora que se llama Carmen Valencia: se dice “doña Carmen” o “señora Valencia”.

Nunca, jamás, por ningún motivo, “señora Carmen” (muy común), ni “doña Valencia” (en realidad he visto que pasa en el caso de los hombres. Aseguro haber estado ahí cuando un señor dijo “pregúntele eso a don Gutiérrez”).

¿Y si resulta que Carmen se casó con un señor que se llama “Eduardo de la Vega” y ella usa su apellido de casada?

Sencillo (aunque suene raro): “doña Carmen” es también la “señora de De la Vega”. (Sí, con el “de” dos veces).

-       Si te refieres a alguien como “señor”, “doctor”, “arquitecto”, “ingeniero”, etc., queda todavía más claro que “tutearno es una opción: “Hola, doctora, ¿cómo estás?” nunca. Siempre de “Usted”.

(La inobservancia de esta breve norma determina muchísimos rechazos en entrevistas de trabajo porque suele ofender al encargado de seleccionar al personal y, de todas formas, deja la mala impresión de una formación cultural poco esmerada).

-       Con la difusión de la tecnología y la creciente pereza, algunas personas envían su correspondencia informal entre colegas con mayúsculas fijas pretendiendo sacarle el cuerpo al ejercicio de tildar las palabras.

Las mayúsculas fijas en los mensajes se deben evitar porque dentro de la semiología del lenguaje escrito se equiparan a gritar y no quieres andar cazando pleitos con todo el mundo, ¿o sí?

-       Por último, “donde fueres, haz lo que vieres”: Uno: si trabajas en una firma de abogados, procura vestirte como un abogado serio, incluso si sólo tienes funciones administrativas o secretariales (deja la pinta seductora para el fin de semana, cuando estés en tu casa o con tus amigos. Es mejor mantener ese lado salvaje con discreción delante de los colegas, para evitar que dejen de tomarte en serio en la oficina).

Dos: Si trabajas en una firma de ingenieros, no te vistas como abogado. Parece obvio, ¿no? Bueno, para algunos no lo es tanto: si por definición tu trabajo implica estar de jeans y camisa y resultas “sobre-vestido” o más vestido de la cuenta, sólo vas a generar una tensioncita aburrida entre tus compañeros quienes, ahí sí, pueden estar sintiendo que quieres marcar una gran distancia.

-       Y, por último, sonríe. Incluso si tienes que volver a dar una instrucción que ya habías dado con suficiente claridad: sonríe. Nunca sabes qué razón tengan las otras personas para dejar de haber hecho lo que tenían que hacer.


(Claro: este tip admite numerosas excepciones pero, en principio y por regla general, ¡sonríe!).






Imagen: Monkey Zen

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