lunes, 26 de agosto de 2013

La Felicidad es el premio a la Determinación



Esta mañana Moritz Jakobsen compartió un artículo fantástico de James Clear, un excelente autor que habla sobre cómo mejorar el desempeño a partir del mejoramiento de nuestros hábitos y en esta ocasión usó como ejemplo a los domadores de leones (aquí el artículo original).

Desde el siglo XX los domadores de leones aparecen en escena provistos de un látigo y de una silla de cuatro patas. En su artículo, Clear explica que lo importante en el desafío es la silla; no el látigo, que sólo es parte del espectáculo. ¿Por qué? Porque al dividir su atención entre las 4 patas de la silla el león se paraliza en lugar de decidirse a atacar al hombre que la sostiene.

Ocurre exactamente igual en nuestras vidas cuando queremos lograr algo: más que “concentrarse” la cuestión es acudir a verbos más recios: decidirse y comprometerse con un propósito específico, afirma J. Clear.

Y así es: cuando has decidido que quieres lograr algo (escribir un libro, modificar un hábito, perder peso, ser mejor profesional, etc.), lo primero es “dejar de soñar cómo sería tu vida si lo lograras y comenzar a actuar como si ya lo hubieras hecho”. En otras palabras, hay que hacer algo. Tienes que comenzar haciendo algo. Comenzar no es una acción que pueda dejarse al azar: es, necesariamente, un acto deliberado de la voluntad.

A la vez hay que ser conscientes de que no por el sólo hecho de empezar vamos a lograr esa meta ambiciosa y exigente que nos hemos propuesto. Lo importante sigue siendo tomar la decisión de lograr algo: cuando tomas una determinación seria, verás cómo, automáticamente (esto te lo garantizo si de verdad estás convencido y no sientes miedo ni culpa frente a la posibilidad de alcanzar la meta), las circunstancias se tornan propicias para el logro; comenzarán a aparecer socios; la buena suerte comenzará a caer como las gotas de agua que anuncian una tormenta y el sendero se verá con más claridad que nunca antes.

Como lo hemos señalado en publicaciones anteriores, es igualmente importante tener presente que el camino para pasar de la Situación “A” a la Situación “B” no es en línea recta. No podría serlo. Si no, no se trataría de una meta ambiciosa. En este punto se hace especialmente importante tener en cuenta que, de todas formas, no eres lo que haces; por tal razón, si durante el recorrido cometes errores, no los eleves automáticamente a la categoría de defectos (gracias por esta valiosa reflexión, Luis Carlos querido), salvo que quieras perder la fe en ti.

Los errores aislados no son más que intentos fallidos. En contraste, los defectos son imperfecciones de carácter reiterativo y permanente en nuestra forma de ser. No confundir una cosa con otra es una característica habitual de las personas más exitosas y felices que conozco.

En el comer y en el rascar el trabajo es comenzar”: Decídete, comienza ya (no esperes a sentirte suficientemente preparado porque eso no va a pasar jamás); no te armes debates entre las 4 patas de la misma silla cuando lo que hay que vencer es al domador que la sostiene; no te inventes más excusas (si tuviera tal cosa, si pasara esta otra, si no tuviera que trabajar, si mis hijos no me enloquecieran, si Fulano me ayudara…); no te vayas por las ramas ni creas en pañitos de agua tibia, que ningún campeón llegó donde está con cuentos sino con disciplina y con fe en que sí se puede y actuando como se actúa cuando se cree rabiosamente que sí se puede.


Decidirse por fin = Felicidad

* Para ver este y otros artículos sobre Felicidad & Marca Personal, visita la página www.sylviaramirez.com.co 



viernes, 2 de agosto de 2013

El nuevo paradigma de la gente feliz: "Gastar para ganar"



Después del punto en que se cubren –satisfactoriamente- las necesidades básicas la relación entre dinero y Felicidad comienza a dejar de ser tan clara.

A esta conclusión llegó el economista Richard Easterlin cuando encontró que en países como China, Chile y Corea del Sur los cuales, en el lapso de 20 años duplicaron su nivel de ingresos por persona, curiosamente su nivel de felicidad personal disminuyó. ¿Qué indican las cifras? Que una vez se sabe que la supervivencia está garantizada, ganar más o ganar un poco menos no importa tanto.

Por esta razón es que luego de resolver las cuestiones de la cotidianidad (comida, techo, vestuario, transporte) y de hacer las correspondientes provisiones para la vejez, el siguiente uso que los expertos en Felicidad (entre ellos la acertada doctora Sonja Lyubomirsky) recomiendan dar a los recursos es el de invertir en experiencias antes que en objetos.

¿Cómo así?

Es sencillo: cuántas cosas que costaron una fortuna se están enmoheciendo al fondo del clóset, a veces incluso dentro de la misma caja en que salieron del almacén. En contraste, cuántas veces recordamos y nos seguimos riendo de la tragedia de habernos sentido perdidos en el centro de alguna ciudad extraña y haber tenido que esforzarnos para hacernos entender en otro idioma.

Como se ve, invertir en experiencias antes que invertir en objetos que no son indispensables es una decisión “emocionalmente inteligente” porque rompe con el antiguo paradigma:

Hago y obtengo, por lo tanto soy

Por el contrario, ir a ese restaurante que ves todos los días de camino a la oficina o que viste en una reseña gastronómica local; conocer esa ciudad fantástica que viste a colores en el atlas de geografía durante todos los años de escuela; tomar ese baño de espuma como el de la protagonista de la película del cine, todas estas actividades mandan una nueva señal a tu mente:

Soy, luego hago y obtengo

Claro: muchas veces el dinero sólo alcanza para cubrir modestamente los gastos indispensables del mes, de modo que el viaje a Estambul es prácticamente un imposible metafísico. Sí, eso es cierto, y a la vez es igualmente cierto que no sólo el dinero tiene valor: el tiempo es un activo incluso más apreciable por la sola circunstancia de que no se puede recuperar ni extender; sólo se puede usar o perder.

Así, pues, en lugar de malgastar las horas hipnotizándote pasando los canales de la televisión, suspirando por las vidas fantásticas de los otros en las redes sociales (y sintiéndote miserable porque la tuya, comparada con las publicaciones de tus amigos, es aburridísima) o sentado oyendo las historias de siempre en el bar de la esquina, puedes aprender alguna cosa (el cerebro se pone feliz cuando aprende porque se siente muy inteligente); tener una conversación con un humano de carne y hueso (no el de una pantalla); salir a caminar (ponerse en movimiento es 52% más efectivo que el antidepresivo más ponderado); besar (y todos los intercambios físicos que son tan agradables con las personas que queremos); bailar; ensayar una receta; jugar al jardinero, a la modista o al carpintero, etcétera.

Eso sí, hay que estar dispuesto a gastar, en el sentido de dar un uso generosamente distinto a tus recursos (sea en dinero o en tiempo) sin sentir culpa alguna por ello y experimentando la grandísima alegría de compartir (¿te acuerdas del ejemplo de ese objeto caro que después no volviste ni a mirar porque te acostumbraste a él? Jamás ocurre lo mismo cuando invitas a otra persona a hacer algo porque el recuerdo de la experiencia, sencillamente, no se gasta; sólo permanece en la bolsa del patrimonio emocional).

La operación es sencilla y mágica: dejar de atesorar billetes para atesorar momentos; dejar de coleccionar relojes para coleccionar apretones de mano; dejar de “huir” artificialmente de la realidad para salir al encuentro de la historia propia; dejar de quejarte y empezar, por fin, a hacer que te pasen cosas para sentirte vivo de una manera saludable y edificante.


martes, 2 de julio de 2013

La Marca Personal y la Felicidad



El pasado viernes tuve el gran placer de conversar por una hora con el periódico El Colombiano, de Medellín, sobre la Felicidad y la Marca Personal en vivo vía Twitter. En desarrollo de la entrevista otros participantes hicieron preguntas muy interesantes. Algunas recibieron respuesta junto con las preguntas del periódico pero hubo otras que no alcancé a contestar  (era “mucho voltaje para un solo café”, ¿recuerdan?). Prometí una publicación en el blog y aquí van las respuestas pendientes:

@heliodorolondon: ¿Todos requerimos una Marca Personal?

La Marca Personal no es un requerimiento sino la consecuencia de estar vivo e interactuar con otras personas. Dado que “no podemos no comunicar” (presupuesto central de la Programación Neurolingüística), cada uno de nosotros cuenta con su Marca Personal en este momento.  Teniendo en cuenta ese panorama, lo que aconsejo es hacer un ejercicio consciente de configuración de la Marca ya que si no escoges lo que quieres comunicar (con tu cuerpo, con tus palabras, con tu imagen física), los demás le van a dar un contenido “por defecto” (como cuando el computador dice que escoge un programa “by default”, tal cual)… Y puedes perder muchas oportunidades personales y profesionales.

@heliodorolondon: ¿Ejemplos de Marcas Personales?

Esta es de mis preguntas favoritas porque sirve para explicar el grandísimo alcance cotidiano del concepto: ¡estamos rodeados de Marcas Personales! Unas enganchadoras, otras deficientes, planas…

Como es apenas natural acudimos a los lugares comunes para que sea fácil explicar algunos patrones exitosos de notoriedad pública, así que hablamos de sujetos que la mayoría conoce, como ocurre con Barack Obama o Steve Jobs. Sin embargo hay que tener en cuenta dos cosas muy importantes: (i) tener una personalidad arrolladora no es sinónimo de tener una gran Marca Personal (te enlazo un artículo con las razones por las cuales no lo es –click aquí) y (ii) que un personaje sea público no necesariamente lo convierte en referencia de Marca Personal porque lo que hay tras de éste es, generalmente, una estrategia de marketing. En realidad sólo los amigos íntimos de Barack Obama podrían hablarnos con certeza de su Marca Personal, por ejemplo.


Pensemos, en cambio, en esas personas que tienen nuestra confianza, a las que siempre acudimos en busca de lo que ofrecen y que, generalmente, no nos atrevemos a cambiar cuando damos con una que nos hace sentir tranquilos: el abogado, el odontólogo, el panadero, el peluquero...

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jueves, 30 de mayo de 2013

Tip de Encanto No.5: Que tus modales sean "a toda prueba"

En los asuntos triviales, el estilo y no la sinceridad es lo esencial. 
En los importantes, también el estilo es lo esencial.

Oscar Wilde




¿Qué tienen en común el gran Gatsby, James Bond, el Dr. Watson, el conde de Montecristo y algunas de las personas más inolvidables que conocemos en la vida real?

Que tienen modales impecables y a toda prueba. No los pierden ni en las situaciones más agobiantes. No relajan sus buenas maneras por más confianza que lleguen a sentir con alguien.

Los ejes centrales para hacer que este tip de encanto funcione son clarísimos:

  • No te quejes salvo que sea realmente necesario. No subestimes el poder de una pequeña dosis de humor negro dentro de la queja. Sí, en el venenito está el encanto.


  • Prefiere hablar de conceptos a hablar de gente y mucho menos de gente anodina.


  • Por ningún motivo anuncies cosas fantásticas que no vas a cumplir porque la decepción es un sentimiento muy difícil de remontar: haz entradas triunfales con sorpresas cargadas de buen gusto.


  • Ríe con resolución, mira siempre con atención y sé especialmente escrupuloso en cuanto al número de palabras que usas para expresar una opinión.



Touché!

lunes, 27 de mayo de 2013

Mal interpretar los placeres bloquea el paso de la Felicidad duradera



Piensa en algo que te entusiasmara muchísimo lograr, obtener, visitar y que lo hayas conseguido. Recuerda cómo te estimulaba la idea de tenerlo o hacerlo y la felicidad que podías anticipar que sentirías en ese momento. Recuerda cuando lo obtuviste, evoca lo feliz que te sentías. ¿Te sientes la misma Felicidad con la misma intensidad ahora?

Así como hiciste el ejercicio con una meta que asociabas con Felicidad, hazlo ahora con un evento muy temido o muy triste que hayas tenido que afrontar hace varios años. ¿Sientes ahora el mismo nivel de tristeza, desolación y/o preocupación que sentías en ese momento?

¿La conclusión? Es simple: nos acostumbramos a todo; a lo bueno y a lo malo. La tendencia natural del ser humano es a volver a su estado básico de felicidad, sin importar la fuerza del impacto que te haya causado en un primer momento lo que te ocurrió. En eso consiste la adaptación hedónica.

En un artículo anterior hablamos sobre la importancia de no acostumbrarse a lo malo, como en la fábula de la rana que cayó en una olla con agua tibia al fuego y terminó cocinada por irse acostumbrando progresivamente a la temperatura cada vez mayor. (Click aquí para ver el artículo “Cuando me di cuenta ya era demasiado tarde).

En esta ocasión vamos a pensar en cómo construir Felicidad a largo plazo. Vamos a pensar en cómo tomar decisiones eficientes que eviten que te vuelvas el esclavo servil de pequeños estímulos gratificantes a los que les estás dando equivocadamente el estatus de placer trascendental.

Cuando “más” deja de sentirse como “más” es hora de ejercitar la fuerza de voluntad


Nicolás Boullosa (Barcelona, 1977) hace una analogía muy pedagógica sobre la fuerza de voluntad con un músculo cualquiera: si no se ejercita, se afloja. ¿La buena noticia? Se puede retomar y fortalecer en cualquier momento de nuestra vida. 

viernes, 17 de mayo de 2013

“Cuando me di cuenta ya era demasiado tarde”




La fábula es el género narrativo en que los animales, dotados de características humanas, desarrollan actividades que siempre dejan una moraleja impactante al lector. En este caso les propongo que hablemos de una muy tradicional: la de la rana que cae en la olla con agua tibia y muere cuando el agua alcanza el punto de ebullición.

Rápidamente: esta fábula cuenta que una rana, que estaba en la ventana de una cocina, cayó accidentalmente dentro de una olla con agua que estaba al fuego. Como el agua estaba a una temperatura agradabilísima, decidió ponerse a nadar, sin pensar en más. El agua fue calentándose poco a poco; tan lentamente, que la ranita sólo sentía algo más de calor, cada vez un poquito más de calor, pero no se detuvo a pensar en todo lo que estaba pasando a su alrededor (empezando por el fogón encendido que tenía debajo de ella). Por ser tan suave el aumento de la temperatura, cuando ya quiso salir fue demasiado tarde: murió cuando el agua comenzó a hervir. Fin.

Moraleja: hay que esforzarse en notar las pequeñas diferencias

Dentro de cualquier clase de proyecto que emprendemos (de vida, laboral, de pareja, de cambio físico, de educación: en todos los proyectos) se van creando tendencias, como en la economía: al alza, a la baja, estancamiento, etc.

La cuestión es que la mayoría de cambios que ahora nos parecen muy importantes comenzaron muchas veces como perturbaciones sutiles a la tendencia inicial: dentro de una dinámica de aparente estabilidad pueden comenzar a surgir indicadores de leves tendencias a la crisis, que por su misma levedad apenas fueron perceptibles y nuestra reacción espontánea fue acostumbrarnos a esos nuevos pequeños factores, como en la fábula que acabamos de traer a colación.

Si el agua hubiera estado muy caliente al primer contacto con la piel de la rana, ella hubiera reaccionado violentamente para salvar su vida. Lo que resultó mortal en su caso fue lo apacible de la temperatura inicial. Como uno de los comandos originales de nuestro cerebro es el de no gastar energía si no es indispensable (ver “Ágilmente” del Dr. Estanislao Bachrach), a éste le resulta más cómodo acostumbrarse a algo aparentemente insignificante que esforzarse en idear una solución novedosa que impida que se cree una tendencia o, de ser necesario, que la detenga.

La trasposición de la fábula de la rana a nuestra vida explica muchas de las circunstancias que encontramos mortificantes en la actualidad: los 20 kilos de sobrepeso comenzaron siendo 1 kilo de sobrepeso. La relación infernal de hoy comenzó con pequeñas faltas de respeto en cada discusión trivial. La difícil situación financiera comenzó con dejar de hacer las cuentas 1 mes y luego ya te dio mucha pereza organizar tantos recibos refundidos en el cajón. La distancia entre dos que hace 1 año se adoraban profundamente comenzó cuando dejaron de hacer todo lo que sabían que podían hacer por conquistar a su pareja y se sorprenden ahora hundidos en la más agobiante monotonía. ¿Te suena conocida alguna de estas hipótesis? Yo las he vivido todas.

(Pero, ya ves, de eso no me morí. Perdí 18 kilos por mi cuenta. Me divorcié. Cambié de profesión. Volví a ser estudiante a los 28 años. Creo que aprendí la moraleja).

Sea que tengas el agua al cuello o que este mensaje haya llegado a tiempo, te voy a mencionar a continuación las soluciones más relevantes que encontré para mis casos y las que he visto funcionar en otros:

martes, 14 de mayo de 2013

La Felicidad es un ejercicio de administración




Todos conocemos muchísimos casos (en nuestra vida diaria o por las revistas de todas partes del mundo) de personas que consideramos altamente exitosas y que, sin embargo, aseguran estar muy lejos de ser felices. Y siempre nos preguntamos por qué: “si yo tuviera la belleza y el dinero de Fulana, tendría todo resuelto”; “si yo ganara todos los casos como el abogado Tal, mi vida sería magnífica”, etc.

Las historias de vida que hemos oído nos llevan a dos conclusiones importantes: (i) poner toda nuestra energía en lograr esa única cosa que asociamos al éxito jamás garantiza lograr un estado de satisfacción sostenida. Y (ii) la apuesta por la Felicidad rotunda es tan complicada como jugar al tiro al blanco con la diana en movimiento. Este es el acertado resumen de Laura Nash y Howard Stevenson en una clásica publicación de la Universidad de Harvard.

Ahora: no se trata aquí de introducir la idea de que para ser feliz hay que renunciar a ser exitoso. Faltaría más. La cuestión sí es, en cambio, entender que para ser feliz lo conveniente es alternar los usos que damos a nuestra energía entre los aspectos que son más gratos para el ser humano: “realización personal, logro al trabajo, significación a la familia y legado a la comunidad (Nash y Stevenson, 1999).

Entender la necesidad de hacer una distribución balanceada de la energía en varios ámbitos de nuestra vida es apenas el comienzo, ya que esa sola tarea es, de por sí, difícil. El primer reto estaría en responder a la pregunta “¿Cómo distribuyo eficientemente mi energía?

Clasificar los deseos

Hacer una categorización de tus metas y deseos en función de lo que significan para ti y del beneficio que te podrían representar es un ensayo de demostrada utilidad. Supongamos que sueñas con tener una familia, aprender a bailar tango, cambiar de carro, lograr un ascenso y tener un abrigo de tu diseñador favorito.

No hay razón para renunciar a ninguno de los propósitos (por ambiciosos que parezcan unos y superficiales que parezcan otros), pero es igualmente cierto que, cuando de metas se trata, el orden de los factores SÍ altera el resultado. ¿Cómo organizarías las metas del ejemplo para que sean todas igualmente realizables?