martes, 30 de octubre de 2012

Alguien tenía que decirlo: "Señores, ya no basta con una abultada billetera"





Es un hecho que cada vez hay más mujeres hermosas, inteligentes y exitosas dando de qué hablar por todas partes; dirigiendo los proyectos más impresionantes. Se ha demostrado que una belleza conmovedora no implica necesariamente que su titular sea una rubia tonta del montón; por el contrario.

Las mujeres alrededor del mundo están tomando cada vez más y más consciencia de sus encantos; cada vez se conforman menos y ambicionan más. 

Si a este factor le sumamos el hecho de que en el mundo occidental los matrimonios por conveniencia están a punto de extinguirse (si acaso no lo están ya), la escena que representó con tantísimo tono caricaturesco Francisco de Goya en su obra La Boda, donde al tipo feo, viejo y barrigón le es entregada en matrimonio una preciosa damita, hija de alguna familia decente pero venida a menos, no va a ser sino eso: una pieza para conservar en el Museo del Prado, como una evocación de las cosas que pasaban en 1792.

Señores: en el actual estado de cosas una billetera contundente es, sin duda, un vehículo que viabiliza la posibilidad de ofrecer algunas amenidades, las cuales constituyen apenas el inicio de una relación con una de esas mujeres de alto ranking.

Por cuanto ellas dejaron de limitar sus encantos al maquillaje bien puesto, a conservar una figura esbelta y a hacer algunas inversiones en vestuario, los caballeros que quieran hacerse a las joyas de la corona deben estar dispuestos, igualmente, a trabajar en su belleza (sin llegar al extremo del manierismo, claro, pero sí denotando cuidado por su aspecto); refinar sus modales y movimientos; esmerarse en ser buenos anfitriones; desarrollar su sentido del humor -que no sólo funcione en las noches de hombres sino también con las mujeres-; invertir en su atuendo (un amigo de la costa me decía “oye, no esto no es un gasto: ¡son relaciones públicas!”) y, sí, como es inevitable, desarrollar una que otra técnica amatoria que los reafirme en la intimidad.

Es que no hay de otra: las mujeres ya no se descabezan compitiendo entre ellas por quién se lleva el mejor partido. Ellas saben lo que tienen y lo que valen sus encantos… y están dispuestas a esperar un poquito más, de ser necesario.

Todo el tiempo estamos comunicando; todo el tiempo estamos participando, de manera que es un riesgo desproporcionado seguir dejando al azar el conjunto de aspectos que conforman tu imagen.

Funciona en los negocios, funciona con las mujeres: hay que apartar un rato a crear tu marca; a diseñar la forma como vas a ser percibido, si no quieres ser el último de la fila. Que yo insista tanto en el prototipo del dandy en varias de mis publicaciones, no es una casualidad; es una opción en medio de muchas otras opciones de abordaje exitosas, desde que estén bien pensadas. 

De aquí para allá la cosa depende de cada cual.


Pd: Sólo vamos a estar de ronda por acá una vez. No vale la pena ser el último de la fila.

No hay comentarios:

Publicar un comentario