martes, 9 de octubre de 2012

“¿Por qué dije eso?”: de las respuestas automáticas a la autodeterminación






A todos nos ha pasado (y nos sigue pasando), que en cuanto nos despedimos de alguien, salimos de una reunión o nos levantamos al cabo de una entrevista, pensamos “caramba, ¿por qué dije eso?”, “¿por qué hice eso?” o, lo que es peor (esta hipótesis es más frecuente en el caso de las discusiones sentimentales): “¿por qué no le dije tal cosa?”

Esas reacciones inconscientes, tanto por acción como por omisión, corresponden a la definición de “hábitos”. Sí: son formas de comportamiento o de respuesta que hemos automatizado luego de haberlas repetido muchas veces.

Un hábito es un hábito porque es algo que hacemos de manera inconsciente (sin tener que pensar en eso); sin prestar atención y sin gastar energía en la operación neuronal de fondo. Es un mecanismo que funciona solo y que pudimos haber adquirido desde la infancia.

Son muchísimas más que las que enlistaré a continuación. Sin embargo, las conductas automatizadas que observo con mayor frecuencia, son:

-       Asentir todo el tiempo con la cabeza (genera desconfianza en tu interlocutor; le hace perder el interés en esforzarse por convencerte)

-       Autocriticar o demeritar tus logros

-       Aceptar cosas que no quieres o no puedes hacer (ser incapaz de decir “¡NO!”)

-       No aceptar jamás un cumplido (siempre contestar con un argumento que lo “desmiente”)

-       Vivir a la defensiva, sobre-reaccionando a opiniones o circunstancias con las que no estás de acuerdo

-       Burlarte o ridiculizar lo que dicen o hacen los demás

-       Decir mentiras

-       Exagerar

La mayoría de nosotros se identifica con alguno (si no con varios) de los hábitos de la lista. Una vez ubicada la costumbre, tienes que preguntarte cómo lo pudiste haber adquirido: ¿te lo enseñaron en la infancia?, ¿te salvó una vez que estuviste en aprietos?, ¿estabas ahí cuando le funcionó a alguien más y lo acogiste como un modelo de reacción para ti?

Las últimas dos opciones explican gran parte de nuestros hábitos: cuando tenemos que presenciar escenas de enfrentamiento (de ideas, de personas, de niveles de fuerza, etc.) que nos causan una fuerte impresión, una parte de nuestro cerebro decide, en su criterio, qué extremo de la discusión salió victorioso, graba esa reacción “exitosa” y la guarda para que reaccionemos así ante un evento similar en el futuro.

El problema de este mecanismo automático de reacción es que, como es automático, de entrada, no es inteligente (dijimos que lo automático es lo que se hace sin necesidad de pensar antes).

Segundo, aunque el mecanismo tiene el propósito noble de evitar ponernos en riesgo, sacarnos de un apuro o hasta hacernos quedar bien, tiene el efecto negativo de bloquear nuestro camino al éxito imponiéndonos siempre el mismo tipo de respuestas, anulando tu creatividad y tu capacidad de improvisación.

¿Por qué los automatismos te sacan del camino del éxito? porque a nadie le gusta tratar con una persona cuyas reacciones siempre corresponden a las de alguien mentiroso, impresionable, agresivo, burlón, exagerado o que no se respeta a sí mismo, de manera que quien tenga algún poder de decisión optará por otro que no seas tú para hacer ese negocio, para darle ese contrato, para aceptar salir en una cita, etcétera.

En resumen, esa actitud que se ha vuelto una “maña”, seguramente alguna vez te resultó de grandísima utilidad, pero ahora se te está volviendo un problema porque te impide acceder a cosas, actividades y personas más interesantes de las que ordinariamente frecuentas, realizas o tienes.

¿Cómo dejar atrás esas respuestas automáticas? Te vas a poner una meta muy sencilla: no suponer nada.

No supongas nada. No supongas que la persona que está en frente se va a sentir mejor si minimizas todos tus méritos; no supongas que tienes que hacer algo; no supongas que los demás se van a ofender o van a pensar que eres un engreído si no aceptas hacer algo que no quieres; no supongas que vas a lastimar a otro por no aceptar hacer cosas que te lastiman o que minan tu autoestima.

¿Qué caracteriza a las personas que han tomado consciencia y han controlado su Sistema de Respuesta Automática?

Muchas cosas buenas (o, al menos, muy deseables): son bastante autoeficientes (confían en poder alcanzar resultados por sus propios medios), lo cual, generalmente, los lleva ser personas exitosas. Son muy felices porque no sufren de ataques de culpa (los que vienen luego de haber reaccionado sin pensar). Como tomaron conscientemente el nuevo hábito de pensar rápido, tienen respuestas más funcionales a los desafíos cotidianos. Como se acostumbraron a pensar un segundo antes de entrar en acción, no son víctimas ni presas de emociones que sienten que no pueden controlar.

Y tú, ¿qué puedes ganar si erradicas tu obsoleto Sistema de Respuestas Automáticas? No te bastará la vida para terminar de celebrarlo: ganarás poder personal. Obtendrás el dulce privilegio de la Autodeterminación.

Imagen: Secretos de Prosperidad

No hay comentarios:

Publicar un comentario