Bogotá, 6 de octubre de 2012
Hace exactamente un año, manejando de mañana por el costado occidental del
Parque de Francia en Bogotá (carrera 16, calle 106), pensaba en lo que había
significado Steve Jobs para el mundo contemporáneo (ya sabes lo que dicen: “when you go Mac, you never go back”), mientras
oía el reportaje sobre su fallecimiento. De repente, por instrucción del
director de la cadena radial que oigo todos los días, comenzó la transmisión del
discurso que pronunció S. Jobs para unos graduandos de la Universidad de
Stanford… y la idea que tenía de mi propia vida jamás volvió a ser igual.
Hoy quiero compartir el mensaje que yo encontré tan estremecedor y que fue
tan definitivo para animarme a seguir progresivamente
mis convicciones (los más valientes seguro actuarán más rápido…).
Posiblemente todos los medios de comunicación harán esto mismo hoy: colgar
el enlace del video con el memorable discurso; poner unas imágenes extra de
Jobs, etc., así que compartirles este video no tendría nada de novedoso. Sin
embargo, una cosa muy valiosa que he aprendido en los últimos tiempos es a actuar por convicción, llevando a cabo
los planes que son importantes para mí (y ya no sólo esos que son “convenientes para mí”), como ciertamente
lo es esta aventura que vivo ahora, cuando luego de 11 años de academia y práctica
en una profesión tradicional, decidí profesionalizar
las investigaciones y los experimentos que hacía por pasión durante los últimos 10 años… y vivir de eso.
Lo que he aprendido es que si haces las cosas por convicción sincera, sin pensar en lo que se comente en la
tribuna, llegará el día en que ese recorrido que has hecho pueda ser de
utilidad para alguien más.
Cualquier cosa que yo quisiera decir ahora sobraría frente a la
contundencia del mensaje que recibieron los estudiantes de la Universidad de
Stanford. Lo único que sí tiene sentido añadir en este aniversario es que las
palabras sencillas, pero portadoras de una lógica devastadora, que usó Steve
Jobs para contar sus tres historias, determinaron -para mí- el fin de la época
en la que sentía, con mucha angustia, que la vida era eso que estaba pasando todo el tiempo afuera de la ventana de mi cuarto.
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